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Bakú / JOANNA MALOLEPSZA

«Bakú es una ciudad moderna, al modo europeo, y muy segura»

Trabajar en una antigua república soviética asiática, musulmana y petrolera supone un auténtico choque para el trabajador expatriado, aunque este tenga un amplio bagaje de trabajo en la diáspora. Bakú, la capital de Azerbaiyán, fusiona modernidad e historia, religión y secularidad, tradición y cosmopolitismo, y todo con los vaivenes que provoca depender del valor del crudo. Seguridad en las calles, solidaridad ciudadana, desigualdad económica o respeto político cauteloso son algunas de las características de una sociedad que lucha por abrirse al mundo con grandes eventos y patrocinios. Toda una experiencia.

Cuando le ofrecieron a Joanna, profesora de lengua inglesa, un empleo en Bakú (la capital de Azerbaiyán) y aceptó, no tenía muy claro adónde iba a trabajar y mucho menos cómo era, y eso que tenía ya una dilatada cultura viajera y profesional. «Me imaginaba que era un lugar bastante oriental y religioso.

Como sabía que el 90 % de los ciudadanos son musulmanes, y he viajado antes por estos países, tenía la visión de un país donde la religión era muy importante y se palpaba en las calles y la vida cotidiana, especialmente en la vestimenta de las mujeres y las actitudes hacia ellas… Me imaginaba una ciudad donde el sonido de rezos de mezquitas marcaba el ritmo del día, donde no se toleraba el alcohol… Y por otra parte, tenía la visión de una ciudad moderna, gris, ruidosa, tal vez sucia y descuidada, con la indudable herencia soviética», explica Joanna, de origen polaco, aunque con unos cuantos años de residencia en España.

¿Y se cumplieron las expectativas? Parece que no. «Bakú me sorprendió por su encanto, limpieza y la actitud muy cuidadosa hacia los detalles arquitectónicos. Es una perla con una espectacular fusión de monumentos históricos con la modernidad, de rascacielos de oficinas y hoteles con la arquitectura de siglo XII de su casco viejo. Este es un enclave medieval con muchísimo encanto en medio de una metrópolis vibrante, donde uno puede pasar horas y horas perdiéndose por el laberinto de sus callejuelas». De hecho, la parte antigua de la ciudad es Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

«Tampoco coincidió con la realidad mi visión de la gente y la religión, especialmente en relación a las mujeres. La religión se vive aquí de manera muy sutil y privada. Muy raras veces ves mujeres con la cabeza cubierta. Se visten más bien de manera sexy, muy occidental, a veces llamativa. Curiosamente, los hombres tienen más restricciones de vestimenta que las mujeres, ya que por ejemplo no se les permite llevar pantalones cortos durante el verano. La ciudad en cierto modo es bastante liberal, se vende y bebe el alcohol abiertamente y el país y su gobierno son seculares», detalla Joanna.

Además, como reconoce, su adaptación no fue difícil, pues cuando llegó ya tenía cerrado el alojamiento y el seguro médico, y su empresa le impartió cursos sobre la cultura local. «Lo único que me resultó difícil fue el idioma», explica, porque muy poca gente en el país habla inglés.

Economía petrolera

Azerbaiyán es un país en el que más del 60 % de su economía depende del petróleo. «Ahora mismo los precios han caído y por la devaluación del manat (la moneda local) de casi un 30 % con respecto al dólar, muchos extranjeros que trabajan aquí se marchan», explica. En definitiva, el mismo problema que está teniendo Rusia, México, Venezuela… Pero se están buscando alternativas. «El gobierno intenta promocionar el país como el destino turístico a través de eventos como Eurovisión, los Juegos Europeos y ahora la Fórmula 1…», afirma. No obstante, según ella, fuera del ámbito de las empresas petroleras y de las élites hay mucha desigualdad económica.

Eso sí, la sociedad es dinámica. «Hay muchas empresas pequeñas que abren y cierran continuamente, hay espíritu emprendedor. La mayoría de las personas que conozco tienen sus trabajos en el Gobierno, pero también intentan montar sus pequeños negocios», comenta Joanna. De hecho, el modelo urbano es más bien occidental. «El ritmo de la ciudad no está marcado por la religión, siguen el estándar de modo europeo de trabajo de lunes a viernes en vez del patrón de Oriente Medio de domingo a jueves. A primera vista uno tiene la sensación de estar en una ciudad moderna, más bien europea», asegura.

Llega la pregunta peliaguda: ¿qué echas de menos de España? «Echo de menos tooodo: el tiempo, el sol, el café con leche, los desayunos de pan con tomate, las sonrisas de la gente, el estilo de vida callejero, la libertad de expresarse abiertamente sin preocuparse de ofender a alguien, la vida nocturna, la apertura ante las novedades, la comida, las tapas, las actividades culturales de Madrid, el cine, los conciertos, el teatro, el arte, las playas de Cádiz… Podría seguir y seguir…». La añoranza se impone a los malos recuerdos, pues lo único que no echa de menos es «el ritmo de la vida en Madrid, que es a veces muy asfixiante, demasiado rápido…, aunque esto también tiene su encanto», reconoce.

Como en toda gran urbe, su población tiene mucho que enseñar. «Deberíamos aprender de los ciudadanos de Bakú su espíritu de cuidado al prójimo. Si alguien necesita ayuda, están allí. También me parecen muy interesantes los modales en el metro: los hombres siempre ceden su asiento a las mujeres sin importar la edad. Si una mujer va por la calle con una maleta o con algo que pesa mucho, siempre están dispuestos a ayudar. Son bastante caballerosos. También me parece muy bonito como cuidan los valores familiares. Hay cierta generosidad del espíritu…», afirma esta viajera que reconoce que no usa las millas aéreas y que como aplicación de referencia en el móvil tiene la de TripAdvisor.

Además, según ella, Bakú es una ciudad muy segura. «Nunca tengo miedo de salir por la noche y no he oído ningún caso de robo o asalto. Un amigo inglés perdió hace poco su pasaporte en la calle. La persona que lo encontró, le busco en Facebook y le llevó el pasaporte a casa. Y he oído de más casos parecidos», asegura.

Turkish Airlines e Iberia son las aerolíneas que suele utilizar en sus desplazamientos. Su compañía le abona un vuelo al año a casa, algo que se une a la interesante retribución. «Para los extranjeros, el sueldo aquí es como mínimo el doble de lo que ganas en tu país». En definitiva, religión, petróleo, riqueza patrimonial, pasado como antigua república soviética… Todo un mundo.