Costa Rica no solo es un remanso de paz y democracia en medio de un entorno convulso, ni un polo de desarrollo y bienestar forjado sin prisa pero sin pausa. El pequeño país centroamericano añade mucho más: todo un catálogo de bellezas naturales de gran biodiversidad, inteligentemente conservadas gracias a un modelo de protección del medio ambiente pionero. El recorrido por Caño Negro, Volcán Tenorio y la Península de Nicoya no es más que una mínima muestra de esta enorme riqueza.
Es difícil encontrar en otras partes del mundo tanta diversidad biológica en tan poco espacio. De hecho, Costa Rica alberga casi el 4% de las especies del planeta, cuando apenas ocupa el 0,03% de la superficie terrestre. Más de la cuarta parte está constituida por zonas protegidas, con 33 parques nacionales, 8 reservas biológicas, 61 refugios de vida silvestre, 14 humedales y varias reservas privadas. Naturalmente, es el destino de la naturaleza en estado puro.
Siendo un país tropical, Costa Rica cuenta con varias zonas climáticas y numerosos microclimas, aunque la temperatura media anual anda entre los 22º y los 27º, con un sol que brilla casi todos los días. Cualquier época es buena para la visita. Entre diciembre y mayo se desarrolla la estación seca, con menos precipitaciones, mientras que la lluviosa, o verde, va de mayo a noviembre.
Las excelentes conexiones aéreas y la cantidad de frecuencias desde Europa y América han contribuido a convertir el país en todo hub dentro de la región centroamericana. Actualmente, 24 aerolíneas llegan al aeropuerto internacional Juan Santamaría de San José, la capital, con vuelos regulares a más de 36 destinos de todo el mundo. A ellos hay que sumar las 12 compañías que aterrizan en el aeropuerto Daniel Oduber, de Guanacaste, con enlaces a 17 ciudades.
Para los turistas extranjeros San José es la principal puerta de entrada. Antes de zambullirse en la vida natural, merece la pena hacerse un buen tour histórico por la primera ciudad del país, plagada de interesantes edificios, muchos de ellos construidos a finales del s. XIX y principios del s.XX, con el concurso de destacados arquitectos extranjeros, como Franz Kurtze, Ludwing von Shamier o Franz Rohrmoser.
Entre las paradas obligatorias está el Teatro Nacional. Edificado en ladrillo, con zócalos de piedra, revestimientos de granito y mármoles, es el fruto del ideal de la oligarquía cafetalera de hace algo más un siglo. En él lucen especialmente las obras escultóricas y pictóricas de reconocidos artistas italianos. También merece una visita el Mercado Central, en el lugar conocido como la “Plaza Nueva”. Aunque el inmueble ha sufrido muchas transformaciones, no ha perdido su interés como crisol de culturas de la sociedad costarricense.
Otro de los recorridos más populares es el barrio de Amón, uno de los seis en los que se divide el distrito de El Carmen, sin duda de los más elegantes de la capital, con sus palacetes decimonónicos de los más variados estilos y sus encantadores cafés. El itinerario recomendado incluye numerosas residencias, pero también enigmáticos castillos como el del Moro y varios monumentos de personajes ilustres, muchos de ellos ubicados en el parque Morazán, que hasta cuenta con un jardín japonés.
Una buena opción de alojamiento en San José es la que ofrece Casa Conde Hotel & Suites (www.casacondecity.com), en el centro del parque de La Paz, a un par de kilómetros del centro, un lugar de fuerte sabor colonial, excelente para descansar y relajarse antes de explorar el resto del país.
RUMBO A CAÑO NEGRO
Saliendo por carretera hacia Grecia, donde se encuentra la catedral de las Mercedes, monumento nacional edificado totalmente en hierro, se llega a Sarchí, reconocida como la cuna de la artesanía costarricense. En su Parque Central está instalada la carreta típica más grande del mundo, símbolo del trabajo. De hecho, su aparición en el Libro Guinness de los Récords dio fama mundial a la localidad hace poco más de una década.
Antes de abordar el parque de Caño Negro, no es mala idea hacer noche en Asclepios Wellness & Healing Retreat (www.asclepioscr.com), en las mismas faldas del volcán Poás, un refugio singular con apenas una docena de habitaciones que evocan las medicinas tradicionales más importantes, y en el que disfrutar de su piscina ionizada, la cámara de flotación o el restaurante orgánico.
El Refugio Nacional de Vida Silvestre Caño Negro, se extiende al norte del país, no lejos de la frontera con Nicaragua. Se trata de más de 10.000 hectáreas de humedal protegido por su gran riqueza biológica, especialmente para especies migratorias entre enero y marzo. Por supuesto, es un lugar magnífico para el avistamiento de aves, pero tampoco hay que despreciar a los caimanes, iguanas, varias especies de monos, osos hormigueros, pumas y jaguares. Algunos de estas especies están en peligro de extinción por lo que no es nada fácil toparse con ejemplares de las mismas.
Con base en Natural Lodge Caño Negro (www.canonegrolodge.com), un establecimiento que ha obtenido el nivel más alto en la Certificación de Turismo Sostenible (CST) que otorga el Gobierno, es muy fácil disfrutar de los estímulos, que son muchos. Por ejemplo, en las cercanías de Guatuso, a orillas del río Frío, se encuentran los asentamientos de los indígenas malekus, distribuidos en las comunidades de El Sol, Margarita y Tonjibe. Actualmente, la población cuenta con unas 600 personas que reciben con cariño las visitas de los turistas, ávidos de aprender algo de su cultura. Desde luego, toda una experiencia la de compartir el almuerzo con los miembros de esta etnia.
BAJO EL VOLCÁN TENORIO
Continuando por el norte en dirección a la costa del Pacífico, la pequeña localidad de Bijagua es el punto equidistante entre el volcán Miravalles y el Tenorio, éste último bajo la protección del parque nacional del mismo nombre. El centro de operaciones se puede establecer en el hotel Río Celeste Hideaway (www.riocelestehideaway.com), un resort ecológico en plena selva tropical con 26 bungalows en los que la naturaleza casi virgen se siente por los cuatro costados.
Aquí, la excursión ineludible avanza por el río Celeste, conocido como la séptima maravilla natural de Costa Rica y formado a partir de dos corrientes provenientes de las faldas del volcán, que proporciona a las aguas su color tan característico. Hay un sendero de unos 7 km que rodea el área y que va mostrando extraordinarios atractivos geológicos, como teñideros, termas, hervideros, fumarolas y una catarata que suelta borbones celestes.
Un grupo de científicos de la Universidad Nacional descubrió que un tipo de compuesto mineral, una sustancia blanca que recubre las rocas del fondo del río de aluminio, silicio y oxígeno, es el responsable de reflejar los tonos turquesas de la luz que llega al río. Este color es en realidad producto de una percepción del ojo humano, debida a la dispersión del resplandor solar. El resultado no puede ser más impactante.
PENÍNSULA DE NICOYA
Para ir en busca del mar hay que atravesar la península de Nicoya, la mayor del país, un escarpado territorio que alberga algunas de las playas más hermosas y aisladas. En el extremo sureste, junto a la reserva natural de Cabo Blanco, se encuentra Mal País, un pequeño pueblo costero que está en el punto de mira de los surfistas, aunque su oferta incluye también todo tipo de deportes acuáticos, como el buceo, el kite surf o la pesca.
Un poco más allá, en dirección a Tambor, a donde se puede llegar también por avión, Tango Mar Beach Front (www.tangomar.com), un maravilloso resort arrullado por las olas, es el punto intermedio ideal para visitar el Refugio Nacional de Vida Silvestre de Curú, palabra indígena que se utilizaba para denominar a los árboles de Guanacaste, propios de la zona. El lugar es muy especial por los manglares que atesora entre frondosos bosques de transición tropical.
Varios senderos serpentean el terreno para conocer de cerca su exuberante flora. Los investigadores han llegado a identificar aquí 78 especies de mamíferos y 87 de reptiles, así como más de 200 tipos de aves y 500 de plantas. Los ciervos de cola blanca se pueden ver con frecuencia, pero también las iguanas y los armadillos. En las copas de los árboles, los monos capuchinos, araña y aulladores son los amos.
En dirección contraria, a pocos kilómetros al norte del Mal País, Santa Teresa es otra de las tranquilas localidades playeras que atrae a los amantes del mar, sobre todo a surfistas, por su calificación de clase mundial. Desde este punto, el regreso a San José se puede realizar rodeando el perfil de la península hasta Playa Naranjo y allí tomar el ferry que lleva a Punta Arenas tras cruzar el golfo de Nicoya para encarar la carretera nacional 1 hasta la capital. Es una lástima llegar de nuevo al principio, que es el fin del viaje, aunque podría repetirse el recorrido y sería diferente, o probar otra combinación. Por sus cuatro puntos cardinales Costa Rica tiene infinidad de lugares fascinantes que mostrar.
Más información
www.visitcostarica.com/es