Un ERE en el sector bancario llevó, tras un gran esfuerzo en el aprendizaje de idiomas, a la canaria Fabiola Vega a recalar en la ciudad escocesa de Glasgow para trabajar en la multinacional aseguradora Chubb como experta financiera. Sí, algunos tópicos como el del mal tiempo se cumplen, así como el del carácter abierto de los escoceses o su mayor cercanía a los europeos que sus vecinos ingleses. Con un nivel de desempleo reducido y un mercado flexible y dinámico, trabajar aquí requiere entender su forma de ‘venderse’ y el tradicional lenguaje ‘polite’.
Á. GUARDIA
Nunca se sabe dónde te va a llevar la vida o el trabajo. Que se lo digan a Fabiola Vega Hernández, que nació en la localidad de Santa Lucía, en la isla de Gran Canaria, y ahora vive en el Reino Unido, concretamente en la ciudad escocesa de Glasgow. Casi lo mismo. Sobre todo en lo que respecta al clima. Pero el trabajo es el trabajo y, tras perder el suyo en una entidad bancaria española, decidió reconvertirse, estudiar idiomas y abrir nuevos horizontes. Gracias a su esfuerzo y experiencia como experta financiera, ocupa un puesto en Chubb UK, la división británica de esta multinacional aseguradora.
Lo primero es conocer qué imagen tenía de los escoceses y de los británicos en general. «Pensaba que formaban una sociedad muy avanzada, pionera en tecnología, muy preocupada por el medioambiente y con una mentalidad tolerante. Tenía idea de que los británicos eran gente poco afectuosa, pero abierta a otras culturas, muy orientada al trabajo y que valoraban la formación y el trabajo duro, sin importar tu procedencia», recuerda Fabiola. Y, en concreto de Escocia, «sabía que tenía impresionantes paisajes y que era un sitio ideal para practicar el senderismo, una de mis pasiones. Pensaba que los escoceses eran exactamente igual a los ingleses, pero con un acento mucho más complicado», añade.
La canaria no andaba muy desencaminada en lo que se refiere al país y sus habitantes. «Definitivamente Escocia tiene unos paisajes increíbles, ideales no solo para andar por el campo y la montaña, sino para practicar deportes como la bicicleta o el kayak. Por otra parte, los escoceses se diferencian enormemente de los ingleses; son personas muy cercanas, con un gran sentido del humor y que dan mucho valor al equilibrio entre vida personal y laboral», corrobora. Y sí, ciertamente, el acento glaswegian «es muy complicado».
NO TODO ES BONITO
Fabiola acertó, pero también tuvo sus decepciones. Su llegada ha coincidido con una de sus crisis políticas más graves de las últimas décadas. «Estaba en la fase final de mi máster cuando conocí el resultado del referéndum del Brexit y recuerdo que mi primera intención fue dejar el país, porque me sentí rechazada, no bien recibida». Sin embargo, después de deliberar y hablar con escoceses y otros españoles, decidió probar. «En Escocia la actitud general es contra el Brexit y aprecian al migrante europeo», explica recordando aquellos difíciles días.
Ya lanzada, Fabiola reconoce su otra gran decepción. «Fue la relación que los escoceses y británicos en general tienen con la protección del medioambiente. Hay mucha discusión y se habla de ello con frecuencia; sin embargo, desde el punto practico están muy atrasados comparados con España. Por ejemplo, el sistema de reciclaje es pésimo. Cada ayuntamiento tiene su propio procedimiento, con distintos colores, y es una locura. Los escoceses adoran sus montañas y lagos, pero no se preocupan de reducir el consumo de plástico», explica desencantada.
Al llegar se encontró con una cultura empresarial diferente, un modo distinto de hacer las cosas. «Aquí es relativamente fácil encontrar empleo no cualificado, la tasa de paro es muy baja. Para el cualificado depende del sector, porque en algunos de ellos Escocia carece de profesionales. El mercado laboral es muy dinámico y flexible. Es normal pasar por varias regularizaciones de empleos y despidos a lo largo de tu vida profesional. Un contrato permanente no te garantiza nada», comenta haciendo hincapié en el contraste con la mentalidad de ‘trabajo para toda la vida’ que todavía impera en muchas capas de la sociedad española.
La flexibilidad laboral se refleja en tres aspectos, según Fabiola: «El primero, en los tipos de contratos. Algunos no te garantizan una jornada mínima, sino que estás expuesto a las necesidades de la empresa. Si esta te necesita 4 horas, trabajas 4 ese día. Es una forma de empezar a ganar experiencia, pero no da estabilidad, obviamente. En segundo lugar, flexibilidad para elegir tu horario de entrada, siempre y cuando trabajes lo acordado y garantices tu presencia en los momentos claves del día, generalmente de 10 a 16 horas. En tercer lugar, gracias al avance de las tecnologías, flexibilidad para trabajar desde casa. De esta manera, la conciliación vida laboral y personal es mucho más fácil», detalla.
IMÁGENES CRUZADAS
Hay que reconocer que aparecer en Escocia con pasaporte español tiene sus ventajas, al menos a priori. «Tenemos muy buena imagen ante los escoceses. Les encanta nuestro país por el clima y la comida. Piensan que somos gente muy divertida, cercana, trabajadores y con alta capacidad para adaptarnos a la cultura de su país. Casi todo el mundo ha visitado España al menos una vez y sabe decir algo en español», reconoce en favor de sus vecinos.
Fabiola ha tenido que adaptarse a una sociedad completamente distinta, que la ha impactado en muchos aspectos, como el climático, el cultural, el laboral…, pero también el humano. «Los escoceses, y británicos en general, dominan el arte de la comunicación, saben vender y venderse muy bien. Lo aprenden desde pequeños en las escuelas, ya que el sistema escolar se basa principalmente en la elaboración de ensayos. Son muy seguros de sí mismos y siempre te harán creer que tienen muchas habilidades y experiencia, posiblemente por encima de sus aptitudes reales. En las entrevistas de trabajo se da mucha importancia al uso de la jerga profesional». La canaria cree que «los españoles fallamos en ese sentido; somos más humildes, más ‘honestos’, y tendemos a usar un lenguaje más neutro». Habrá que tomar buena nota.
Si la ciudad es abierta, la adaptación siempre es más fácil. «Glasgow es una ciudad vibrante, con mucha actividad cultural y la gente es muy cercana. No tardé en sentirme cómoda”, rememora Fabiola. Aunque, por supuesto, no todo fue un camino de rosas: «Tuve y tengo muchos problemas para comprender el lenguaje indirecto que los británicos y escoceses utilizan para todo, poco claro y muy ‘polite’. A mí me cuesta mucho. Los españoles somos más transparentes; no dejamos mucho espacio para la interpretación», apunta.
Llegados a este punto es hora de sincerarse sobre sus sentimientos. «Es un cliché, pero viniendo de Canarias, el tiempo de Glasgow tiene un gran impacto en mí. La escasez de días soleados y la abundante lluvia me afectan tanto físicamente como anímicamente», reconoce cuando detalla lo que echa de menos de España. De lo que no se acuerda es de la burocracia de nuestro país: «Aquí casi todo puede hacerse online y los plazos de respuesta son mucho más cortos». A ver si alguien toma buena nota.