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Lisboa / DIEGO ALONSO SAN ALBERTO

«Llama la atención la multiculturalidad que se respira en Lisboa»

Diego Alonso San alberto_Lisboa

Diego es un informático tinerfeño que, tras trabajar en diversos países como Francia o Estados Unidos, acabó recalando en Lisboa. Él y su familia buscaban un lugar cercano a casa y con un buen clima. La capital portuguesa no defraudó. En el ámbito laboral, aunque él no lo sufre, reconoce que las empresas portuguesas son tan presencialistas y con unas condiciones similares a las españolas. Hasta en eso nos parecemos.


TEXTO
Á. MARTÍN

Nacido en 1984, Diego Alonso trabajó en Madrid y Toulouse como consultor informático. Después estuvo varios años en Seattle como programador en el ámbito universitario e investigador antes de su llegada al país vecino. Estudió informática en Tenerife y Valencia e hizo una máster en robótica y automatización industrial. En la actualidad trabaja en Unit4, una compañía responsable de software de gestión con implantación en la nube.

El expatriado y su familia llegaron a Lisboa en plena pandemia. Hasta 2021 no empezó a trabajar. Sus circunstancias en Estados Unidos cambiaron, sobre todo para su pareja, que se encontraba haciendo el doctorado. Por ello buscaron un país europeo donde asentarse y seguir progresando. España no era una opción. «Pensamos que para ir un país del norte de Europa siempre habría tiempo, mientras que para establecernos en Portugal, donde nos había surgido una oportunidad, no habría muchas más oportunidades», explica.

El clima, las oportunidades laborales para ambos, la cercanía a casa, el mar… Lisboa fue la opción ideal. No se arrepienten en absoluto, porque creen que tanto las condiciones laborales como a las personales son muy buenas.

«Yo me imaginaba en Lisboa y me venía a la mente un poco lo que pensamos todos los españoles: su multiculturalidad, su riqueza arquitectónica y, por encima de todo, ese tono de melancolía que lo impregna todo», explica Diego. Efectivamente, la realidad ha confirmado para bien sus expectativas. De hecho, precisamente esa multiculturalidad, superior a la que se vive en España, le llama la atención. «Aquí los residentes de distintas procedencias están totalmente integrados por toda la ciudad, no como en España, donde este hecho solo se da en determinadas zonas», asegura.

Otra cuestión que le ha llamado mucho la atención es la gran cantidad de zonas verdes existentes por todas partes, en mucha mayor proporción que en nuestro país. Como apunta Diego, «mientras que en España se opta por grandes plazas sin árboles, aquí por todas partes hay parques. Al final eso influye en el clima, que aquí es más suave».

Cuestiones laborales

En lo que respecta a las condiciones laborales, Diego reconoce que es un privilegiado. «En mi empresa se respeta mucho la conciliación laboral. Si quiero, puedo teletrabajar durante toda la semana. Además, tengo una baja paternal superior a la oficial y flexibilidad para cuidados familiares», detalla. «Pero reconozco que es un caso excepcional. En Portugal las condiciones de trabajo son muy similares a las españolas, no hay tanta conciliación, las jornadas son partidas y obligan a ir a la oficina aunque el transporte sea muy largo», comenta.

Vive en Parede, a escasos quince minutos del centro de la capital, una zona con amplias zonas verdes y tranquilidad, perfecta para congeniar con sus vecinos. «Los portugueses no son tan abiertos como los españoles. Si te ven día a día, como si fueras un vecino, entonces se vuelcan contigo y te integran. Pero si eres un trabajador extranjero independiente cuesta más».

Por lo que respecta a las condiciones de vida, la cosa cambia al adentrarse en la capital que, según él, es un caos para el tráfico y los autobuses, aunque el metro y los trenes de cercanías funcionan relativamente bien: «Es una ciudad antigua, con calles estrechas. Además, en el transporte público suele haber muchas huelgas». Diego explica que el salario básico es más bajo que en España y el coste de la vida, muy alto, así que hay una gran masa de población que no llega a fin de mes.

Lo que sí es más que evidente es que la ciudad sufre una enorme saturación por turismo, algo que le reafirma en su apuesta por el teletrabajo. «Los propietarios se han dado cuenta de que con Airbnb ganan más que con el alquiler convencional, de manera que los precios están subiendo, porque cada vez hay menos pisos disponibles. Un poco lo que sucede en España y otros países. El gobierno ha empezado a legislar para tratar que esto no se vaya de madre, pero es muy difícil», subraya.

La vida para un español como él en Lisboa es relativamente fácil. Aunque a veces alguno salta con afrentas pasadas, lo normal es llevarse bien. «Los portugueses nos ven a los españoles como primos hermanos, se llevan muy bien con nosotros. Y si no sabes portugués, pues te comunicas en ‘portuñol’, no hay problema».

Sin duda, se hay algo que echa de menos de España es la comida. «Aquí no se come mal, pero nos tira mucho nuestra gastronomía. De hecho, de vez en cuando viajamos a Badajoz y cargamos el coche de embutido y queso», revela entre risas. Y si la comida es un clásico para los nostálgicos de la patria, también lo es aquello que rechazan como trabajadores: el presencialismo. «Creo que solo cuando trabajé en Madrid salía a las siete de la tarde. En ningún otro lugar me ha sucedido eso de tener que estar sí o sí en la oficina hasta tarde». Una queja muy extendida y que en su caso tiene más que olvidada.