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Londres / IGNACIO FERNÁNDEZ

«Espero que el Brexit no cambie el carácter abierto y multicultural de la capital británica»

Ignacio Fernández, ante el London Eye
Ignacio Fernández, ante el London Eye

Ignacio Fernández es uno de los muchos jóvenes españoles que decidieron “buscarse la vida” fuera de su país. El objetivo no resultaba sencillo, porque su sueño era trabajar en el complejo mundo de la aeronáutica, pero finalmente lo consiguió. Tras un periplo por varios países europeos, como Francia, Bélgica o Alemania, recaló en Londres para trabajar en la compañía Airbus. Cinco años después de su llegada a tierras británicas, lidera varios proyectos de estudio del espacio y de la Tierra.

Por JAVIER CARRIÓN

De niño lo normal era verle jugar con legos y mecanos o al fútbol, como muchos otros, pero una película, Apolo XIII, que vio con sus padres cuando tenía ocho años, le inicio en su interés por el espacio. Ignacio Fernández (Nacho para los conocidos), madrileño de 29 años, decidió al terminar el bachillerato estudiar Ingeniería Aeronáutica, tras sopesar otras posibilidades, como Física, Matemáticas, Robótica o la propia Informática, siguiendo la estela de su padre Enrique.

«Me decanté por la aeronáutica aunque siempre supe que trabajar en el campo del espacio sería difícil en España y que probablemente me tendría que ir fuera. Nunca estuve del todo convencido, ya que siempre me ha atraído la parte científica, a la par que la técnica, pero lamentablemente en España estudiar física no te abre las mismas oportunidades profesionales que ingeniería, algo que no pasa en otros países donde las ciencias fundamentales están más valoradas», comenta.

Tras terminar la carrera y después de un Erasmus en Reino Unido, Nacho decidió emprender rumbo fuera de España y hoy trabaja para la prestigiosa empresa multinacional Airbus Defence and Space, en el departamento de futuros programas, donde realiza estudios de viabilidad y diseño preliminar de misiones de ciencia, exploración y observación de la Tierra con fines únicamente civiles para la Agencia Espacial Europea (ESA).

Tras cinco años trabajando como ingeniero de sistemas de Airbus en Stevenage, a media hora en tren de Londres, Nacho es actualmente el responsable técnico en Reino Unido de LISA, un proyecto cuyo objetivo es ser el primer observatorio espacial de ondas gravitacionales, esas pequeñas perturbaciones en el espacio-tiempo que se propagan en forma de ondas a la velocidad de la luz.

Al preguntarle qué le atrae más de la capital británica, contesta que «su manera de compaginar tradición y modernidad, el haber sido cuna de numerosos movimientos sociales y su sociedad abierta, dinámica y multicultural», algo que espera que no cambie después del Brexit. Sin embargo, reconoce que no es una ciudad que te abra los brazos de primeras. «Debido a su carácter de metrópolis, aquí todo el mundo es invisible y hay dificultades para encontrar tu sitio si llegas sin muchos conocidos. También resulta bastante complicado conseguir un piso a un precio asequible, con gente amigable y que no esté muy depauperado; el mercado del alquiler está totalmente dominado por una demanda rampante que hace que muchos caseros ni se molesten en tener la vivienda en buenas condiciones», relata Nacho.

En cuanto a su trabajo en Airbus, destaca que es una empresa «que te garantiza estabilidad, una jornada profesional equilibrada, relaciones interpersonales con múltiples países y culturas y un crecimiento profesional sostenido». Nacho entró en Airbus a través de uno de sus graduate programmes, un modelo de contratación característico del Reino Unido, con una duración de uno a dos años y enfocado a jóvenes recién salidos de la universidad. Según explica, «está muy bien porque te permite  hacer varias rotaciones dentro de la empresa y probar en distintos puestos. También recibes distintos tipos de training técnicos y de relaciones interpersonales. Al finalizar, si cumples con los objetivos la empresa te ofrece un contrato fijo.

UN CHICO AFORTUNADO

Nacho se considera muy afortunado, pero el arranque tuvo sus pequeñas adaptaciones. Una de las primeras fue aclimatarse a las costumbres británicas, a los horarios de las comidas o al clima. «El lunch inglés es alrededor de las doce y consiste en un solo plato o un sándwich, lo que se traduce en morirte de hambre a las cuatro. A ellos no les supone un problema, ya que cenan nada más terminar de trabajar, pero yo he seguido manteniendo mi cena entre las ocho y nueve, así que la solución es merendar». En cuanto a la jornada laboral, asegura que el número de horas trabajadas es similar al de España y que la forma de trabajar la marca más la cultura empresarial que el país donde opera la compañía.

Hablando de las oportunidades que ofrece Reino Unido, y en particular Londres, para emprendedores, el joven científico está convencido del potencial de la metrópolis, aunque le preocupan los efectos del Brexit. «Londres está reconocida como una de las capitales del emprendimiento a nivel global y hasta ahora era la preferida en Europa para empezar una startup».  Una de las claves está en el proceso burocráticamente, mucho más simple. Según él, se puede realizar en una hora por solo 14 libras. Además, «los costes fijos debidos a cuota de autónomo e impuestos son muy reducidos y progresivos; llegan incluso a cero dependiendo de la facturación». También menciona el apoyo institucional y el hecho de que Londres acoja a una de las comunidades más activas de business Angels.

EL NIVEL DE VIDA

¿Y qué decir del nivel de vida? «Los precios son más caros, pero también los salarios son más altos que en España». Un problema importante es el coste de la vivienda. «Comprar un piso en el centro resulta prácticamente imposible y los alquileres resultan astronómicos. Este hecho influye en una gran parte de la población que se ve obligada a vivir en ciudades dormitorio», explica. Ignacio no escapa a esta situación. De hecho, recientemente se ha mudado a las afueras, a media hora en tren de King’s Cross.

Nacho sigue echando de menos su país, especialmente por su familia y sus amigos. «Antes de la covid procuraba hacer una visita una vez cada dos o tres meses, cosa que no pude hacer en 2020, las dos veces que lo intenté se me complicaron las cosas y al final no pude», recuerda. Por lo demás, los tópicos del tiempo y la comida tienen algo de cierto, aunque con sus matices. «Definitivamente, los inviernos en Londres son más duros que en Madrid, Filomenas aparte, no por una cuestión de frio o de lluvia, sino por la falta de sol. Puedes estar semanas enteras bajo un cielo continuamente nublado. Por otra parte, la primavera y el verano en Inglaterra son muchísimo más llevaderos y agradables que en Madrid. Sobre todo, en la zona del sudoeste, en Cornwall, Devon o Dorset».

De volver, de momento pocos planes. «Mi pareja es británica y los dos estamos muy contentos profesionalmente en estas tierras. Hemos hablado varias veces de probar en otro país de Europa, y volver a Madrid representa una de las mejores opciones, pero todavía no hemos encontrado una alternativa que nos apetezca más».