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SEGOVIA. Cuestión de personalidad

Miriam González

Alcázar de Segovia

Tan en el centro que, desde los tiempos de la dominación romana, Segovia ha tenido un papel protagonista en los avatares de la península. Erigida a la sombra de su acueducto, está llena de venues con tanto encanto como, en muchos casos, historia. Y todo al alcance de la mano, sin atascos. Es lo que tiene esta ciudad tan sorprendente, a los pies de la sierra de Guadarrama. Una vez puesto el pie en ella, dan ganas de descubrir todas las razones por las que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco.

Segovia tiene tanta personalidad que no ha cambiado de nombre desde los tiempos de los celtíberos, incluso habiendo sido objeto de deseo de romanos —que eran muy de poner sus topónimos—, musulmanes y reyes cristianos. Algo tendría que ver en estas querencias su situación geográfica, bastante centrada y además en alto, por lo que, tanto antaño como ahora, es un sitio al que se llega bien desde casi cualquier parte.

Más aún desde que forma parte de la red de Alta Velocidad, que comunica la ciudad con Madrid en media hora escasa. De hecho, la cercanía con la capital ha convertido a Segovia en destino de escapad­a —sobre todo con objetivos gastronómicos— de los madrileños. Pero, la verdad sea dicha, la prisa de ir y venir en el día hace que se escapen muchos de los atractivos de una ciudad que es algo más que alcázar, catedral y acueducto.

Aunque es inevitable llegar a Segovia y no elevar los ojos al cielo. La mayor obra de ingeniería civil romana de la península —nada menos que 16 km de recorrido— está tan presente en la postal segoviana que hasta sale en el escudo de la ciudad. Los 815 metros más fotografiados dejan de piedra al ver esos enormes sillares que se sostienen desde hace más de dos mil años sin ningún tipo de argamasa. Se mire por donde se mire, impresiona por muchas veces que se haya visto.

Quizá lo que sorprende más es que se sostenga con el peso de todas las truculencias por las que ha pasado la ciudad que le da cobijo. Y, sin ir más allá, esas piedras se han amoldado casi sin inmutarse a las veleidades de una climatología que es la antítesis total del carácter afable y cálido del segoviano, que hace sentirse en casa al que llega nada más poner el pie en la ciudad.

CIUDAD DE REYES

Los Trastámara tenían tanto aprecio a la ciudad que Isabel la Católica quiso coronarse reina en Segovia en pleno invierno. De hecho, se puede ver el acta de aquel día en el Archivo Municipal, anexo al edificio de la Alhóndiga. Este antiguo edificio, que se utilizó en tiempos para almacenar cereal, es uno de los espacios singulares para albergar reuniones de Segovia.

Se trata de uno de los pocos ejemplos de arquitectura industrial de la época de los Reyes Católicos y por fuera luce los típicos esgrafiados de aquellos años. Los espacios que se usaran entonces para recibir o almacenar grano arropan ahora toda suerte de eventos, con capacidades hasta 100 personas, en un recinto en el que si se cierran los ojos casi se puede oler a cereal.

Como aquí todo está cerca, andando se llega a uno de los rincones con más encanto de Segovia, presidido por la estatua de Juan Bravo y la iglesia de San Martín. Esta plazuela hace de antesala del Museo de Arte Contemporáneo Esteban Vicente. El edificio está ubicado en lo que fue el antiguo palacio de otro Trastámara, Enrique IV. Y es que en esta ciudad se pica un poco y salen piedras centenarias por doquier.

De la residencia real poco queda, ya que fue pasando de noble en noble. En el siglo XVI fue Hospital de Viejos y de aquella época ha llegado una capilla —con la tumba de los señores incluida— que hace las veces de auditorio. Con una superficie de 125 m², es ideal para albergar pequeños eventos, que lucen a las mil maravillas bajo el artesonado mudéjar del recinto. Y sin necesidad de micrófonos, ya que la acústica es excelente.

La reunión se puede completar con un cóctel en el jardín de 600 m² que se ubica en el que, en tiempos de Enrique IV, llamaron Patio de los Osos, desde el que se puede tener una mejor perspectiva de la arquitectura renacentista del edificio del museo.

Sin salir de la plaza, el Torreón de los Lozoya es otro de esos sitios de los muchos que hay en Segovia con historia. Porque los segovianos conviven con total normalidad con su longevo patrimonio. En el caso de este edificio, también tiene la suya. De hecho, algunos sitúan sus orígenes en la época romana, aunque su fisonomía responde a los cánones de finales del gótico.

Como su propio nombre indica, lo que más sobresale es su gran torre, que le convierte en un mini castillo en el centro de la ciudad. En el interior, los espacios se suceden en 10 salas que tienen capacidad para albergar de 50 a 150 personas. Y, de nuevo, un jardín y una galería que trasladan a la Italia del Renacimiento, con sus columnas y sus efigies de emperadores romanos, con un aforo de hasta 350 invitados.

Por si fuera poco, en este recinto se pueden aprovechar hasta las antiguas caballerizas que, con su aspecto abovedado y el ladrillo visto, conseguirán que los eventos tengan un sabor especial.

CEGOVIA

Para sabores, los que se pueden disfrutar en Segovia, que debería escribirse con “C”. La del cochinillo y, por extensión, la de Cándido, ya que sin ellos la ciudad no tendría tantas riadas de turistas a diario. Porque, aunque esté plagada de monumentos y rincones con encanto, a todos se nos empieza ganando por el estómago. Y hablar de Segovia es evocar una buena mesa, en la que no suele faltar el cochinillo.

Sin embargo, esta tradición es relativamente reciente, con un claro precursor: Cándido López. Con una visión de negocio fuera de lo normal, en 1930 compra a su suegra un pequeño mesón situado en la plaza del Azoguejo, justo debajo del acueducto. Se le ocurre la idea de ofrecer cochinillo a sus clientes y con una ceremonia muy particular: usando platos para partir al animalillo una vez que sale del horno. En pocos años, amplía negocio y hoy es una referencia en todo el mundillo gastronómico. Y lo que es más importante, consigue que la tradición del cochinillo sea un leit motiv tan segoviano que le falta poco para salir también en el escudo.

Tres generaciones después, es inevitable abandonar la ciudad sin pasarse por el lugar “donde empezó todo”. O dormir en el hotel que la familia ha abierto y que es otro enclave estratégico para el turismo de negocios. Cuenta con más de 3.000 m² de superficie disponible para la celebración de eventos y reuniones de empresa en un total de 16 salas, algunas de ellas con capacidad para 850 personas. Está previsto que próximamente se añada al recinto un auditorio, por lo que probablemente se convertirá en el gran centro de negocios de la ciudad. Y todo empezó con un pequeño mesón.

Luis Matarranz es otro de esos emprendedores que lleva la promoción de la gastronomía por bandera —en su caso la castellanoleonesa— bajo el paraguas de Tierra de Sabor. Para los foráneos, este sello aglutina a productores de Castilla y León y garantiza tanto el origen de una amplia selección de productos como su calidad. Matarranz ha abierto la primera tienda Tierra de Sabor Club Selección y no está de más para aprovisionarse de lo mejor en vinos y otras delicatesen de la tierra. Cómo no, también se puede encontrar cochinillo, en versión paté y precocinado, para quedar en casa como reyes con la suegra. Además, esta tienda dispone de una pequeña sala en la que se pueden hacer catas en grupo, incentivos gastronómicos, etc.

ENTRE MUROS

En la plaza Mayor de Segovia están dos de los edificios más emblemáticos de la ciudad, dispuestos casi uno enfrente de otro, cual duelo de OK Corral. A un lado, la Catedral, la última que se construyó bajo los cánones del gótico. Y al otro, el teatro Juan Bravo, que levantó el telón por primera vez en 1918 y que no sólo es un referente cultural de la provincia, sino un espacio para eventos corporativos  y congresos con todo el glamur de principios del s. XX y capacidad para 300 personas. En estos momentos se está rehabilitando para lucir aún mucho más bonito.

A pocos metros de la plaza Mayor se erigía a finales del s. XVI el Convento de los Mínimos de la Victoria. Unos cuantos centenares de años después, desamortización de por medio, el convento pasa a ser primero teatro, después viviendas e incluso garaje. Hasta que hace seis años, la parte que correspondía a la iglesia se convirtió en un gran espacio de restauración que sigue conservando algo de la disposición antigua. Es decir, lo que antes constituía la nave central de la iglesia, ahora es un espacio diáfano que puede albergar hasta 250 personas. En los laterales hay seis palcos privados para pequeñas reuniones de entre 12 y 35 personas.

Quizá lo que más sorprenda de este espacio tan singular es tanto la disposición como la decoración, ya que la que fuera capilla mayor, actualmente está decorada con un mural cincuentero, muy pop. Y la cubierta es obra de un artista local con objetos que parecen sacados de una nave de las series de alienígenas de los 60. Lo único que no cabe aquí es la indiferencia.

De nuevo, por obra y gracia de la desamortización (y el abandono), otro templo representativo: San Juan de los Caballeros, la iglesia románica más antigua de la ciudad, que dejó de ser terreno sacro para convertirse en el taller de Daniel Zuloaga, uno de los ceramistas más importantes de España. Hoy en día es la sede del Museo Zuloaga y, además, un espacio único para la celebración de eventos. En la nave de la iglesia, que todavía conserva su planta, caben hasta 250 personas y las posibilidades son tantas como dé el presupuesto. La acústica de la piedra hace muy prescindibles los micrófonos aunque, eso sí, al carecer de climatización, no es apto para frioleros que asistan a eventos en temporada de otoño-invierno. Anexo a la iglesia hay un gran jardín cuyo límite es la propia muralla de Segovia y que puede ser utilizada como complemento al espacio de la nave del templo, tanto para cócteles como todo tipo de presentaciones.

Y es que Segovia, a falta de un centro de congresos, tiene una gran selección de espacios que sorprenden a la forma castellana. Es decir, nadie se imagina por fuera lo que esconden por dentro. Bueno, lo del Alcázar se intuye porque, con poca imaginación, por fuera parece sacado de un cuento de Walt Disney. Pero eso ya es otra historia.

Segovia es una ciudad que no deja de atrapar, de la que Machado se enamoró tanto que la eligió para vivir sus mejores años. Y la ciudad rindió homenaje a su querida Guiomar con el nombre de la estación del AVE. Seguramente como último reconocimiento al poeta que hablaba de caminantes… quizá porque no hay caminos suficientes que lleguen hasta Segovia.

HOTEL CÁNDIDO ****
A tan sólo 5 minutos en coche de la estación del AVE, el establecimiento tiene todo lo necesario para ser un destino en sí mismo. El estilo clásico de las 108 habitaciones y la amplitud de espacios que empieza en un monumental lobby dan la sensación de estar en un palacete. Además, dispone de 18 salones para eventos, así como spa, piscina y un restaurante donde se ofrece lo mejor de la cocina castellana.
Avenida Gerardo Diego, s/n
Tel. 921 41 39 72
www.candidohotel.es


SAN ANTONIO EL REAL ****
Forma parte del recinto del monasterio del mismo nombre y tiene una máxima que impera en todo el establecimiento: el mimo por los detalles. El resultado es un hotel tan acogedor que no dan ganas de salir de allí. Además, el restaurante ofrece gastronomía de lujo acorde con el lugar. Y, como no podía ser de otra forma, cuenta con un claustro, ideal para eventos al aire libre. También dispone de varias salas de reuniones donde celebrar encuentros de trabajo bajo artesonados mudéjares. Ahí es nada.
Calle San Antonio el Real, s/n
Tel. 921 41 34 55
www.sanantonioelreal.es


EUROSTARS CONVENTO CAPUCHINOS *****
Un antiguo convento de monjas oblatas acoge al único cinco estrellas de la ciudad. En este hotel, con vistas al valle del Eresma, se constata que la austeridad puede ser también un atributo del lujo. Dispone de 62 habitaciones, spa y salas de eventos con capacidad para 60 personas. Incluso en su suite presidencial se pueden organizar pequeñas reuniones.
Plaza Capuchinos, 2
Tel. 921 41 52 50
www.eurostarshotels.com

LA POSTAL
Como su propio nombre indica, desde los ventanales de este restaurante se puede disfrutar de una de las mejores vistas de Segovia, que deja con la boca bien abierta. Aún sin cerrarla, descubrimos la joyita: un vagón de los años 50 reconvertido en restaurante, que responde al nombre de Antonio Machado y que tiene cierto aire a las películas del Orient Express. Merece la pena ir hasta Segovia sólo por disfrutar de un atardecer frente al Alcázar y la Catedral desde este singular espacio, que se puede aprovechar también para eventos. Además, el recinto cuenta con un gran salón con capacidad para 250 comensales. Por supuesto, la carta no desmerece y se puede elegir entre el típico cochinillo u otras propuestas menos convencionales. El lomo de bacalao confitado con salsa de puerro hace llorar de la emoción.
Sacramento, 22. Zamarramala
Tel. 921 12 03 29
www.restaurantelapostal.com


MESÓN CÁNDIDO
El clásico por excelencia, donde surgió la tradición de comer cochinillo. Cándido López regenta este establecimiento siguiendo los pasos de su padre y de su abuelo. Como ellos, tiene el título de Mesonero Mayor de Castilla. El restaurante, a un pie y medio del Acueducto, atrapa de entrada con su decoración típica de mesón castellano, que consigue un efecto muy acogedor, en parte por la cantidad de fotos y dedicatorias de personajes de toda índole que han pasado por allí. La especialidad, cómo no, el cochinillo. Eso sí, conviene hacer un esfuerzo extra y dejarse llevar por la gula, ya que los judiones de La Granja están de muerte.
Plaza Azoguejo, 5
Tel. 921 42 59 11
www.mesondecandido.es

 

VILLENA
Situado en la antigua capilla del Convento de Capuchinos, es el único restaurante con estrella Michelin de Segovia. El responsable de esta distinción es Rubén Arnanz, quien ofrece una carta con cocina segoviana renovada. La experiencia gastronómica se completa con el espacio de la antigua capilla, donde las viandas entran de que da gusto en ese ambiente tan sobrio. Una opción con mucha clase para los que quieren lo de siempre con un toque atrevido.
Plaza Capuchinos, s/n
Tel. 921 46 00 32
www.restaurante-villena.com


MARACAIBO-CASA SILVANO
Porque no sólo de cochinillo se vive en Segovia, para los que quieran huir de tópicos y probar otras delicatesen esta es una opción muy recomendable. Es más, echando un vistazo a la carta, salta a la vista que los pescados y las verduras prácticamente ganan a las carnes. Impresionantes las croquetas de centollo o el carpaccio de hongos de Valsaín. Además, aquí se puede elegir de todo: tienen carta de aceites y vinagres, de puros, de cafés y, por supuesto, de una amplia selección de los mejores caldos de España, Borgoña y Burdeos.
Ezequiel González, 25
Tel. 921 46 15 45
www.restaurantemaracaibo.com

DESTILERÍAS DYC
En 1958, Nicomedes García ponía en marcha la fábrica de Destilerías y Crianza del güisqui que, con el tiempo, se ha convertido en el referente español con más solera y entidad de esta variedad de bebida. Durante la visita, siempre con la planta en funcionamiento, se hace un recorrido muy didáctico a través de todos los procesos que hacen falta para tener una copa del preciado líquido en la mano. Desde la transformación de la materia prima –agua, cebada y maíz– pasando por el malteado, la destilación en los grandes alambiques y el envejecimiento en barricas. Y como el grupo adquirió Larios –otra de las marcas de espirituosos “made in Spain” – también se explica qué hay detrás del famoso gin tonic. La visita termina, cómo no puede ser de otra forma, con la cata de ambas bebidas. Bonus track: el recinto cuenta con un auditorio para 70 personas y salas de reuniones con capacidad para otras 100.
www.dyc.es