
No. El enoturismo no es el turismo del vino. El enoturismo es el turismo en torno a la cultura del vino y la viña. Si en el sector MICE lo reducimos al vino, corremos el riesgo de generar resquemor en ciertas empresas, temerosas de vincular su nombre y su actividad con el alcohol, especialmente los clientes extranjeros o las empresas multinacionales. Para el travel manager o el organizador de eventos esta visión también resulta muy limitada si se queda únicamente en las catas o las visitas a bodegas.
La cultura del vino y la viña multiplica las propuestas y aumenta la capacidad de sorprender a los invitados, y más si se personalizan o se adaptan a los objetivos de las empresas. El vino es familia, es historia, es fiesta, es gastronomía, es dieta mediterránea, es arquitectura… La viña es naturaleza, son suelos, climas y microclimas, es la vendimia, son los paisajes transformados, es la arquitectura de la piedra seca que labra terrazas, los caminos, las guardaviñas…
Con este enfoque, el enoturismo se abre a nuevas visiones que pueden enriquecer el evento de empresa. Una de ellas es la sostenibilidad, sin necesidad de cambiar de continente o país, al apoyar a un sector que en muchos territorios periféricos es la única vía de empleo para que la comarca no se desertice y los jóvenes huyan. Muchas bodegas dan empleo a mujeres en entornos donde el paro femenino arrasa y mantienen cooperativas que resultan la única vía de empleo de los vecinos. A la inversa, en territorios de alta densidad de población, la viña soporta el empuje urbanístico y aporta pulmones verdes en áreas de alta contaminación. Piénsese en el Penedès o en Alella —viñas vecinas de Barcelona—, en el txakolí vasco o en el viñedo asomado al mar en la costa levantina.
Muchas empresas desean incluir en sus eventos propósitos solidarios. En entornos de proximidad y con operativas muy sencillas, el vino permite conseguir estos objetivos. Hay vinos cuyas ventas se destinan íntegramente a apoyar a asociaciones que trabajan con mujeres maltratadas; otros recaudan fondos para personas que padecen síndrome de Dawn o enfermedades raras. También están los que ayudan al cáncer infantil o los vinos de género, elaborados por enólogas que buscan ayudar a otras mujeres que padecen cáncer de pecho, por citar algunos ejemplos. Acercarse a estas bodegas y sumarse a sus proyectos es una forma sencilla de alimentar la política de RSC de una organización.
Una de las posibilidades más desconocidas del enoturismo —muy interesante para el sector MICE— es, sin duda, el contacto que propicia entre empresas. El sector del vino es tan amplio y variado que fácilmente se pueden vincular los objetivos del evento con la historia o cultura de alguna bodega que ha pasado por procesos similares. Estamos hablando de desarrollo tecnológico, de coraje para exportar a todo el mundo, de apuestas en I+D, de cambios generacionales en empresas familiares, de tradición y modernidad, de productos innovadores, etc.
¿Hay que olvidarse del vino a la hora de hacer enoturismo? ¡Claro que no! Lo que sí hay que obviar quizá son esas catas excesivamente técnicas y que no conectan con el participante. Es mejor buscar buenos comunicadores que normalicen el discurso del vino y lo hagan de forma divertida y adaptada a los grupos MICE, sin banalizarlo.
Si el turismo supone una apuesta por lo experiencial y las emociones, las catas, los maridajes o los talleres de vino tienen que trabajar en esta misma línea. Unir con éxito el mundo del vino y su cultura con la industria de las reuniones y los eventos no es tarea fácil, y desde luego va a exigir un amplio intercambio de ideas, pero el resultado promete ser estimulante.
ALICIA ESTRADA
Especialista en viajes de empresa y escritora de vinos