
El sultanato más pequeño del mundo es un remanso de paz. Una calma basada en la ausencia de vida cultural y una oferta de ocio destinada exclusivamente a entretener a los ciudadanos de un país que vive anclado en el pasado bajo la atenta mirada de su sultán. Eso no impide que sea toda una experiencia descubrir el destino. Y la mejor opción para disfrutar de una naturaleza respetada y protegida. Brunei es lujo y exuberancia, en forma de calma y selva.
El tiempo ha dejado de transcurrir en el sultanato de Brunei. Este minúsculo país, situado en plena jungla de Borneo (o más bien en lo que queda de ella) ofrece una experiencia única. No se parece a ningún otro sitio. Se dice que es el estado más rico del planeta, también uno de los más pequeños… esta cualidad es evidente y fácilmente perceptible por el viajero. Lo más significativo puede ser visitado en tres días.
Los coleccionistas de sellos en el pasaporte encuentran aquí su paraíso. La entrada vía terrestre se realiza desde la parte insular de Malasia. La sinuosidad del trayecto, añadido al hecho de que Brunei se compone de dos territorios inconexos, obliga a pasar la frontera en varias ocasiones, con control de aduanas en cada una de ellas. Singapur Airlines, Malaysia Airlines y la nacional Royal Brunei operan las principales rutas aéreas hacia el país.
La capital
Bandar Seri Begawan (BSB) es más tranquila que cualquier pueblo español. Incluso resulta difícil hacerse a la idea de que es una capital. Nada tiene que ver con las metrópolis de los emiratos árabes repletas de arquitecturas espectaculares y lujosos coches que invaden carreteras impecables. Sí, aquí todo está impecable también… pero vacío. No hay apenas movimiento en un país que no alcanza los 400.000 habitantes y cuya riqueza procede de los yacimientos de petróleo, gas y carbón.
La residencia del sultán se ve desde casi todas partes, y su colección de regalos ofrecidos por otros jefes de estado puede ser visitada en el centro de BSB. Solo es una pequeña muestra de todo lo que ha podido coleccionar esta dinastía que está en el poder desde el siglo XIV: desde una maqueta del fastuoso avión presidencial chapado en oro, a las carrozas destinadas a los desfiles nacionales, pasando por piezas de arqueología que muchos museos envidiarían o joyas de las que muchas reinas desearían presumir.
La mezquita del sultán reúne las escasas aglomeraciones que se producen en la ciudad, obviamente en el momento del rezo. Se pueden organizar visitas, incluso subiendo a la cúpula para admirar las vistas de BSB, siempre y cuando no coincidan con la oración ni con la fiesta del Haj.
El poblado flotante
Una vez descubierta la cara «oficial», nada mejor que sumergirse en el fascinante poblado flotante, que alberga escuelas, hospitales, mezquitas… Numerosas barcazas, que circulan a toda velocidad entre tierra firme y el poblado, trasladan a los pocos curiosos que merodean por la zona. Al parecer menos de 12.000 personas visitan Brunei cada año. El water village es un oasis de tranquilidad dentro de la calma y uno de los mejores lugares desde los que disfrutar de las bonitas puestas de sol.
Ni siquiera los habitantes son capaces de descifrar cuánta gente vive en este poblado flotante. No importa. Pasear por sus pasarelas y admirar las sonrisas de los transeúntes es una delicia. Pequeños mercadillos salpican toda la ciudad. Especialmente bonitos son los que se encuentran en la tierra firme que delimita este poblado por el lado opuesto a la capital y el que recibe al turista que llega a la estación de autobuses.
La colocación de los alimentos es una clara expresión de la meticulosidad que parece impregnar este país. Los vendedores son en su mayoría gente de avanzada edad que teje fervientemente la palma, observa impasible el paso de los extranjeros y desliza miradas desconfiadas a los fotógrafos. Sin embargo, no se percibe ningún tipo de hostilidad en el ambiente. Difícil comprobarlo con una población que su inmensa mayoría solo habla malayo. Las mujeres llevan el pelo cubierto, pero al contrario que en otros países, los pañuelos dan un toque de color que alegra la vista.
La jungla
Este es sin duda el mayor atractivo del país y cubre el 80% de la superficie del sultanato. Brunei es el mejor lugar de la isla de Borneo para descubrir la jungla. La riqueza nacional ha impedido la tala de árboles. Los trekkings organizados tienen en general punto de partida en el complejo Ulu Ulu, único enclave hotelero situado en plena naturaleza. Las excursiones suelen incluir el ascenso a un andamio gigante desde el que disfrutar de las vistas de la jungla. En días de viento la estructura se balancea. Para quienes sufran de vértigo, mejor quedarse abajo intentando avistar algunas de las especies de la rica fauna que puebla la zona.
Baños en las cascadas, senderismo de bajo esfuerzo o avistamiento de aves completan las jornadas organizadas en torno a una comida campestre con especialidades locales. De nuevo con la impresión de que el tiempo se ha parado en Brunei. Las longhouses son un tipo de vivienda tradicional compartida entre varias familias, cuyas residencias se articulan a lo largo de un corredor que sirve de escenario para la vida social. Cada vez más grupos se atreven a organizar estancias en las que comunicarse resulta un reto casi inalcanzable, aún más cuando circula el licor de arroz.
El Empire Hotel & Country Club es la referencia para los grupos que quieren disfrutar de la costa, que poco tiene de espectacular, pero mucho de tranquila. El campo de golf de 18 hoyos, las dos pistas de squash, las tres de tenis y las dos de badminton permiten disfrutar del deporte y de las vistas del mar de China Meridional. Sin olvidar que las veladas no estarán amenizadas con alcohol: Brunei es un estado musulmán en el sentido más estricto de la palabra.
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