La progresión de Omán es imparable. Cuatro millones de personas visitaron el año pasado el sultanato al este de la península arábiga y las autoridades turísticas se han puesto como objetivo alcanzar los 11 millones en 2040. Atractivos no le faltan además del desierto, desde una gran cadena montañosa ideal para practicar deportes de aventura hasta más de 3.000 km de costa con hermosas playas, bahías e islas para disfrutar del sol y de las aguas del océano, sin olvidar sus esencias culturales árabes.
Entre las aguas turquesas del Golfo de Omán y las escabrosas montañas de Al Hajar surge Mascate, la capital del sultanato, con su histórico puerto comercial, que era utilizado por los barcos mercantes con rumbo a la India en el siglo XVI. Ese pasado mercantil se adivina en el zoco de Muttrah, una cita imprescindible, sobre todo a partir de las seis de la tarde, cuando el calor mengua. Aquí se pueden adquirir los típicos recuerdos del país, que van desde el khanjar (la daga curva) y joyas de plata, hasta especias, prendas de incienso y artículos para el hogar, con el consabido regateo entre calles estrechas y limpias.
El zoco es el corazón palpitante de Mascate, junto al puerto de Muttrah y el mercado de pescado cerca de la Cornisa, el punto más popular para los habitantes de la capital, donde se puede observar la actividad de los barcos que regresan con sus capturas y los puestos de los pescadores que venden su producto fresco.
El puerto, de alguna manera oculto entre las montañas, es un fondeadero natural circular de aguas profundas en el que lo mismo se ven barcazas tradicionales que petroleros o grandes cruceros que desembarcan aquí a su pasaje. No solo los turistas llenan esta bahía natural, también las aves se agolpan con sus llamativos sonidos entre los miradores de este bello paseo marítimo y el mercado, que ofrece una amplia selección de pescado, calamares y cangrejos frescos del océano para elegir.
Fuertes históricos
Desde la Cornisa siempre llama la atención la presencia de los fuertes históricos que protegían la capital. Son los casos de Al Mirani, al oeste, y Al Jalali, al este, anclados en las rocas más altas, como centinelas a la entrada de la bahía. Este último fue incluso una prisión hasta los años 70 del pasado siglo y ha sido reconvertido en un museo. Las dos fortificaciones, más la de Muttrah, en el extremo oriental del puerto, confirman la importancia estratégica de este destino, que desde 1580 hasta 1598 estuvo bajo el poder de Felipe II, entonces rey de Portugal, y que acabó siendo reconquistado en 1650 por los otomanos. El nuevo imperio asumió la estrategia lusa y decidió levantar estas construcciones militares por todo el territorio. De ahí que en la actualidad haya casi 500 fuertes, torres y castillos en Omán, un país de poco más de 300.000 km2, que no supera los 5 millones de habitantes.
Estos fuertes defensivos no compiten con la belleza y la grandiosidad del Palacio de Al Alam, residencia del sultán Qabus bin Said Al Said, que fue construido en 1972. Su fachada, de cuento de hadas, con pilares dorados y azules envueltos en hierro forjado, asombra a los visitantes, que no pueden adentrarse en su interior, pero sí a través de la Puerta de Kebir hasta sus hermosas rejas exteriores.
Enfrente de este edificio se alza el Museo Nacional, con su magnífica colección de barcos y buques-insignia, prueba de la rica tradición marítima del país, así como joyas y trajes tradicionales, con más de 7.000 piezas históricas. En 2016, dos empresas españolas participaron en el nuevo diseño de este edificio de 4.000 m2, donde se distribuye una quincena de galerías permanentes.
Desde el punto de vista arquitectónico, estas dos construcciones representan el nuevo Omán, aunque en este apartado también figuran la mezquita del Sultán Qabus y la Royal Opera House. En el caso de la mezquita, su gran alfombra, de 70 metros de largo por 60 de ancho fue considerada la más grande del mundo hasta que la de Abu Dabi le arrebató el récord Guinness en 2017 con una pieza de lana y algodón de 5.400 m2 que pesa 35 toneladas. En cuanto a la Royal Opera, también se distingue por sus lujosos mármoles, maderas nobles africanas y lámparas europeas, además de su gran aforo de 1.100 personas.
Playas
Las playas son otro atractivo de Mascate. Figuran entre las más limpios del mundo y en ellas se pueden realizar muchas actividades acuáticas, principalmente desde los complejos hoteleros turísticos. Los arenales de Aviation, en Al Azaiba, y Qurum son los más cercanos al centro de la ciudad y son muy recomendables para organizar un picnic y hacer barbacoas. En Qurum se puede caminar también a lo largo de cuatro kilómetros hacia una elegante zona de embajadas.
Un poco más lejos de la ciudad, algunos turistas conducen por carreteras de montaña hasta las playas de Bandar Jissah y Qantab. Cerca de esta última hay un pueblo de pescadores que se ofrecen para acompañar a los visitantes a pescar en las aguas del océano. Bandar Jissah es una costa rocosa y muy indicada para los aficionados a escalar las rocas al pie de los acantilados cuando la marea está baja. Por otro lado, la playa de Sawadi, en el entorno de Wilayat de Barka, regala otra experiencia única, al estar sembrada de conchas marinas de una variedad inimaginable. Además, se puede dar un paseo en barco por los pequeños islotes rocosos que se encuentran a poca distancia de la costa.
Mientras se navega por esas claras aguas, no hay que dejar de echar un vistazo a los arrecifes de coral y los bancos de peces en estas aguas poco profundas y relucientes. Si la marea está baja, se puede cruzar hasta el fuerte situado en lo alto del acantilado y contemplar la extensión verde y azul en el horizonte. Los centros de buceo y esnórquel en Mascate son numerosos, pero también se puede realizar una travesía más tranquila en barco para avistar delfines con gran facilidad durante todo el año y, si la suerte sonríe, alguna ballena azul. El trayecto concluye en paralelo a la costa omaní para acercarse a las curiosas formaciones rocosas y los lujosos hoteles, como el Al Bustan Palace o el Shangri-la Barr al Jissah, con sus playas de arena fina. Incluso se puede practicar el esnórquel entre varios arrecifes de coral.
La montaña omaní
Una buena opción para empezar a conocer el país desde Mascate es ir en busca de los espectaculares cañones y barrancos de Al Hajar y Al Jabal al Akhdar. Pueden parecer muy desérticos en la distancia, pero esconden manantiales y cascadas que mantienen fértiles a sus laderas y valles gracias a los profundos y rocosos wadis (ríos), excavados por inundaciones estacionales durante milenios.
Por ejemplo, la ruta que conduce al fuerte de Nakhal regala una fantástica panorámica de un oasis inmenso de palmeras. La edificación se alza sobre una gran roca. De origen preislámico, tomó su llamativa forma irregular en 1837, gracias al impulso del imán Said bin Sultan, quien ideó unas curiosas torres redondeadas con el fin de desviar los proyectiles de los cañones.
La excursión puede continuar por los manantiales de Al Thawarah y Al Rustaq, que constituyen una fuente termal natural, con aguas que alcanzan temperaturas de alrededor de 45ºC. A diferencia de otros que se extiende por el sultanato, las aguas de Kasfah, que brotan durante todo el año, tienen rastros de azufre con propiedades curativas, especialmente para dolencias en las articulaciones y problemas arteriales. Incluso aseguran que reducen el colesterol y combaten las enfermedades relacionadas con la piel. Antes de llegar hay desvío a Wakan, para muchos el pueblo más hermoso de la montaña, a 2.000 metros de altitud, con sus bellas terrazas utilizadas para cultivar granadas, albaricoques, uvas, higos y melocotones. Las autoridades de este municipio tienen previsto mejorar su acceso con una nueva carretera y un moderno teleférico.
Nizwa
Otra ruta desde la capital omaní se dirige a Nizwa, a unos 180 km, cubiertos por una excelente autopista. La segunda ciudad más turística de Omán fue la capital durante los siglos VI y VII. Es, por tanto, una de las más antiguas del sultanato y un importante cruce de caminos en la base de las montañas occidentales de Al Hajar, que conectan Mascate, Buraimi y la parte baja de Dhofar. Por su parte, el canal Falaj Daris de Nizwa es el más grande del país y proporciona a las zonas rurales circundantes el agua que tanto necesitan las plantaciones.
A los visitantes les encanta recorrer el zoco del ganado de Nizwa, todos los viernes a primera hora de la mañana, donde los campesinos bajan de las montañas para vender camellos, cabras y ovejas. Es variopinto por sus puestos de antigüedades y artesanía, donde se pueden adquirir cafeteras, espadas, artículos de cuero, platería, antigüedades y utensilios domésticos. También por el mercado de armas históricas en el que encontrar piezas únicas. Por ejemplo, un fusil del siglo XIX por unos 400 OMR (alrededor de 900 euros) sin necesidad de presentar documento alguno.
Nizwa presume también de sus monumentos históricos. El más distinguido es el fuerte construido en el siglo IX cerca de la vieja mezquita, que fue renovado en 1650 por el imán Nasser bin Murshid al Ya’rubi, quien dispuso en este complejo de habitaciones privadas y públicas para sus familias, huéspedes y guardias. Destacan la biblioteca, la prisión, las estancias para el rezo y, sobre todo, 17 pozos que siguen teniendo agua. La construcción está custodiada por dos cañones de origen portugués del s. XVI, pero la fama de esta fortaleza se debe a su torre circular de 40 metros de altura desde la que se divisan las plantaciones de dátiles y las montañas más altas de la cordillera de Al Hajar. Tanta es la importancia de esta fortaleza que fue la sede del poder durante el gobierno de la dinastía Al Ya’rubi y es hoy el monumento nacional más visitado de Omán.
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