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BANGKOK. El imperio de los sentidos

Natalia Ros

En lugar de “ciudad de los ángeles”, su verdadero nombre en tailandés, Bangkok podría recibir el título de “capital de los contrastes”, donde todo es posible y ocurren mil cosas a la vez. Con más de 9 millones de habitantes (15 contando con su área metropolitana), la oferta MICE es prácticamente inabarcable: medio centenar de centros de convenciones, incontables venues singulares, cerca de 100.000 habitaciones, una oferta de ocio y actividades difícil de superar… ¿Quién da más?

La metrópoli podría llamarse también, por qué no, “el imperio de los sentidos”…  Es imposible quedar indiferente al olor que desprenden sus calles, con esa retahíla infinita de puestos de comida ocupando aceras y calzadas; al calor y la humedad que acompañan en todo momento al visitante, sobre todo entre abril y finales de agosto; al impacto visual que supone la sorprendente heterogeneidad de sus rascacielos y barracones, de sus palacios templos; al penetrante sonido de las motos, los tuk-tuks, los coches, los autobuses… Y  la gente, siempre la gente, moviéndose sin descanso de un lado a otro…

Precisamente, aunque el desarrollo de Bangkok ha sido gigantesco en los últimos 20 años, hay algo que no ha cambiado, y es su gente, posiblemente el mayor atractivo de la ciudad (y del país), un destino ya de por sí cargado de ganchos para el turismo. Sawadee kap o sawadee ka (en función de que lo pronuncie un hombre o una mujer) es el saludo que siempre está en la boca de los tailandeses, acompañado, cómo no, de esa reverencia tan cálida que se transmite juntando las manos.

INFRAESTRUCTURA MICE
Es tanta la oferta de espacios y lugares para reuniones y eventos que los organizadores pueden tener dificultades a la hora de decidirse. Lo que es seguro es que, entre tantas posibilidades, la elección del venue, del hotel o de la actividad más adecuada para cada necesidad está prácticamente garantizada.

Para eventos realmente multitudinarios, Bangkok International Trade & Exhibition Centre (BITEC) es de lo mejorcito que se puede encontrar en el país e, incluso, en Asia, con sus 272.000 m2, su parking para 4.700 vehículos y sus 19 salas. El complejo, donde se pueden juntar hasta 20.000 delegados, cuenta hasta con un helipuerto.

Otro de los grandes en la ciudad es el Bangkok Convention Centre, en el mismo corazón de la capital, donde se encuentra el extraordinario Central World, una amalgama de más de medio millar de tiendas, restaurantes y propuestas de ocio. El centro de convenciones está unido al Centara Grand Hotel, un establecimiento de 505 habitaciones. Parte de su oferta está representada por la imponente World Ballroom, en la que caben 1.000 personas en formato teatro, y por 17 salones, el mayor de ellos con aforo para 400. En el Convention Hall se han llegado a dar cócteles de 7.000 invitados, nada menos.

Tampoco se queda atrás el Impact Muang Thong Thani y sus cuatro edificios que parecen enteramente un parque temático del MICE: Arena, Exhibition Center, Forum y Challenger. Entre todos suman 52 salas, además de 2 enormes ballrooms y 2 dependencias para banquetes, así como espacios exteriores (Lakeside and Aktiv Square), 9 restaurantes y 7 aparcamientos que pueden guardar hasta 20.000 coches.

En este capítulo también hay que mencionar el Royal Paragon Hall, estratégicamente situado en la quinta planta del céntrico Siam Paragon Shopping Center, accesible a través del tren elevado (BTS), con sus salones ultramodernos; y el Queen Sirikit National Convention Center (QSNCC), con una sala plenaria con capacidad para 6.000 asistentes, además de un espacio expositivo de 20.000 m2.

VENUES SINGULARES
Para reuniones más pequeñas o que busquen un toque singular, la capital ofrece también un variado menú. Entre los lugares más exclusivos están, por ejemplo, el Aksra Theatre, una curiosidad de estilo barroco tailandés —por así llamarlo— con 600 butacas. Ambiente genuinamente rural es el que se respira en Siam Niramit, una especie de oasis en medio de la vorágine urbana. Para cócteles y presentaciones, nada como un venue con cien años de historia como Chakrabongse House, en el corazón del viejo Bangkok y a los pies del río Chao Phraya, con estupendos jardines para eventos al aire libre a los que se puede acceder en barco.

Un toque más sofisticado es el que ofrecen sitios como Crystal Design Center, dedicado al diseño, la arquitectura y la decoración, en el que hay varios espacios para reuniones y en donde, en todo caso, merece la pena recorrer sus escaparates. En la misma onda se mueve el Bangkok Arts and Cultural Center. Música, teatro, cine y arte contemporáneo se alternan con cafés y restaurantes en un complejo con grandes posibilidades también para los eventos.

Pero, aún hay más. El Grand Postal Building, construido en 1935, mezcla arquitectura neoclásica con exóticos detalles, como esas molduras de estuco representado al mitológico pájaro Garuda, alquila espacios en sus cuatro plantas y en los sótanos. Un sitio entrañable es la Jim Thompson House, el centro de operaciones de uno de los norteamericanos más famosos del país, empresario de la seda hasta su desaparición en 1967. Está compuesta por seis construcciones tradicionales procedentes de distintas partes del país y rezuma un encanto especial que atrae a numerosos visitantes.

Con permisos especiales, también es posible utilizar The Siam Society, tanto sus estupendos jardines como Kamthieng House, otro ejemplo insigne de arquitectura local, con más de 150 años de antigüedad. Aquí hay capacidad para unas 30 personas. Los grupos más numerosos se pueden dirigir a la cercana Saengaroon House, con un auditorio de 350 plazas.

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Como no todo son reuniones y negocios, una zambullida en la ciudad puede sentar realmente bien. Hay tráfico, hay polución, pero también rincones donde sorprende el silencio y el verdor. Es el caso de los klongs, esos canales que recuerdan a la lejana Venecia, y que merecen un pausado recorrido entre carísimas mansiones y humildes viviendas de madera que se caen a pedazos. Desde luego, una estupenda manera de contemplar escenas verdaderamente insólitas de la vida local, conversar con los vendedores que se acercan en sus pequeños botes o disfrutar simplemente de un rato de calma, lejos del bullicio.

Por otro lado, es difícil resistirse al indudable atractivo de sus templos, especialmente el de Wat Pho, donde se encuentra el asombroso Buda Reclinado, el más grande del país, con sus 46 m de largo. Imprescindible también es el Wat Arun. Es una delicia apreciar sus reflejos dorados al atardecer, desde la distancia, o subir a la torre central por su empinadísima escalera. En esta misma zona también es obligada la visita al Palacio Real, aunque lleva su tiempo. Aquí se encuentra el Buda Esmeralda, el más valioso de Tailandia, a pesar de su diminuto tamaño.

Aparte de la cuestión monumental, un clásico en la ciudad es darse un masaje. Hay miles de sitios para hacerlo, por lo que es mejor dejarse recomendar en el hotel. Wat Pho alberga la escuela más antigua del país, pero aquí no hay intimidad porque se practica en una sala común y suele estar llena.

El día y la noche son dos mundos muy diferentes en Bangkok. Así como durante la mañana o la tarde todo sucede a pie de calle, cuando se pone el sol la ciudad se transforma en un espectáculo digno de contemplar desde lo más alto. Las mejores propuestas están ahora en los roof bars, donde unos y otros compiten por tener la azotea más cool de la ciudad… con vistas 360º, por supuesto.

Por citar algunas, tenemos Octave Rooftop, el club del hotel Marriott, de los más altos de la ciudad, con una azotea de tres niveles idónea para eventos glamurosos; Above Eleven, en Sukhumvit, el barrio más auténtico de Bangkok, con cocina fusión peruano-japonesa; Red Sky, uno de los últimos en llegar, sobre el mall de Central Word, o Scarlett Wine Bar, en el piso 37 del Pullman Silom, una terraza que está muy de moda, a cinco minutos del famoso mercado nocturno de Patpong.

Más ideas: el hotel Anantara Riverside dispone de barcos propios para individuales y grupos hasta 150 personas en los que organiza cenas mientras se disfruta de un paseo por el río. De la misma cadena, vale la pena acercarse por el centro de masajes del Anantara Siam, muy reconocido en la ciudad. Siguiendo con los hoteles, el Banyan Tree destaca por su restaurante Vertigo presidiendo su no menos vertiginosa azotea. Para comer de maravilla también son recomendables Brasserie 9, en la zona de Asiatique, o el World Restaurant, con cocina en vivo, en el Centara Grand Hotel. Sus maridajes con vinos son fantásticos.

Si, a pesar de todo, a alguien se le queda pequeña Bangkok, a unos 70 km se encuentra Ayutthaya, la «ciudad de los invencibles», antigua capital del reino de Siam, estratégicamente situada entre tres ríos. Sus ruinas constituyen actualmente un parque histórico reconocido como Patrimonio de la Humanidad en 1991 y en el que se pueden realizar recorridos en elefante. Otro de los maravillosos lugares para perderse.