Budapest es una de esas ciudades en las que hay que andarse con ojo porque, sí o sí, quien va vuelve enamorado. De su arquitectura, de su cultura y, probablemente, de la persona que se lleve al lado. Y es que cuenta con un as muy poderoso: el Danubio, que regala algunas de las postales más bonitas de su recorrido al atravesar la capital húngara. Y en ese estado de encantamiento, ¿quién se puede resistir a darse un homenaje de shopping?
Con Praga y Viena, Budapest forma parte de ese triángulo imprescindible de Centro Europa en el que el tiempo se para hasta retroceder a tiempos imperiales. Y muy unido a la imagen romántica de los vestidos pomposos de las películas de Sissi.
De hecho, una de las avenidas principales de la ciudad lleva el nombre de Andrássy, aquel conde revolucionario que supuestamente enamoró a la emperatriz. Hoy en día es una de las zonas más selectas de la capital húngara, también para ir de compras en plan lujo del bueno. Al fin y al cabo, no todos los días se tiene la oportunidad de pasear y mirar escaparates de Vuitton, Dior o Dolce Gabbana en una avenida que desde el año 2002 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Entre las fachadas de aires románticos también se pueden encontrar, no muy lejos de allí, tiendas de diseñadores húngaros que están en el top de la moda mundial, como Nanushka, Áeron, Katti Zoób o Abodi.
Como si fuera una alegoría, la avenida Andrássy termina —o empieza, según se mire— en uno de los pulmones de Budapest, la plaza Erzsébet, dedicada a la mítica Sissi. Ideal para tomarse un respiro entre tienda y tienda e inspirarse para las siguientes compras. Porque muy cerca está una de las calles con más peligro para la tarjeta de crédito: Deák Ferenc. Para que no haya dudas, la han rebautizado como Fashion Street. A partir de los hoteles Kempinski y Ritz Carlton, una larga calle plagada de tiendas de marcas internacionales, como Bobby Brown o Tommy Hilfiguer.
Y es solo la antesala a una de las calles más populares para ir de compras en Budapest: Váci Utca, paralela, cómo no, al río Danubio y con tiendas a precios más populares. Con el plus, sin irse muy lejos, de poder descansar en Gerbeaud Café. Lleva en el mismo sitio desde 1858 y dicen que aquí se puede probar la tarta preferida de Sissi.
Diseño húngaro
A los húngaros la moda les va tan como anillo al dedo que la escuela de moda francesa Mod’Art International tiene una sede en Budapest. Buceando un poco por las calles del centro, se pueden encontrar talleres de diseño ubicados en los propios apartamentos de los artistas. Un regalo para cualquier fan del Fashion Design es asomarse a uno de ellos y ver en directo el proceso creativo.
Para quienes quieran encontrar moda Made in Budapest hay opciones para vestirse desde la cabeza a los pies. Y, como todo en la capital húngara, rodeado de historias de idas y venidas. Tal es el caso de Tipton, una tienda que fabrica gafas muy cool con vinilo y acetato de celulosa. Fundada en Estados Unidos por un húngaro, desde 2004 ha vuelto a casa a romper esquemas en su gremio.
En el caso de Lászlo Vass, la pasión por los zapatos le venía de varias generaciones atrás, una herencia que le llevó a fundar Vass Shoes, un taller y tienda especializada en calzado para caballeros hecho a mano, cuyas piezas describen como clásicas, elegantes y duraderas.
Si en lo que se está pensando es en vestir la casa con un aire fresco, o simplemente para conocer las nuevas tendencias en diseño, merece la pena pasarse por Position Collective. Igual las lámparas o los sofás no caben en la maleta, pero sí que se pueden comprar y que los lleven a casa para tener una pieza de auténtico diseño húngaro contemporáneo.
Para los más clásicos, si hay una tradición en la que los húngaros llevan trabajando desde hace siglos es la de la cerámica. En Herend la hacen a mano desde 1828, tanto colecciones decorativas como vajillas. Para hacerse una idea de la historia del lugar, hay un museo dedicado a la porcelana del que además, se pueden coger ideas, ya que en esta fábrica la pueden personalizar.
Al rico souvenir
Budapest es una ciudad que atrapa a todo el que va, tanto que al volver a casa seguro que apetece recordar los buenos ratos disfrutados. El Mercado Central es el sitio idóneo para hacerse con una buena colección de souvenirs. Lleva funcionando desde 1897 y es más grande de sus características en la capital.
En la planta baja hay puestos de comida donde proveerse de paprika, el típico pimentón húngaro, una botella de vino de tokaji, trufas o foie gras. La parte de arriba está dedicada al turisteo, con una gran colección de recuerdos para llevar: manteles, todo tipo de telas bordadas, artesanías de madera pintadas a mano, incluidas las matrioskas, y uno de los inventos húngaros más internacionales, el cubo Rubik.
Los más nostálgicos encontrarán en Ecseri Flea Market algo así como un patio de recreo. Está un poco alejado del centro, pero merece la pena darse un paseo por este rastrillo en el que es posible encontrar casi de todo. Es el reino de las segundas oportunidades para instrumentos musicales y cuadros de antaño, así como para objetos de los tiempos soviéticos. Ideal para quienes siempre soñaron con tener una máscara de gas en el salón de casa.