SUKHOTHAI / CHIANG MAI. El santuario de los sentidos

SUKHOTHAI / CHIANG MAI. El santuario de los sentidos

Natalia Ros

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Budismo en Tailandia

El país de los thais, literalmente de la gente libre, es de esos destinos para repetir. Cuando ya se ha vivido la algarabía de Bangkok o se han estrujado los placeres que ofrecen Phuket o Pattaya, es hora de explorar el norte, donde esperan dos joyas como Sukothai, capital del primer reino independiente, y Chiang Mai, otra de las ciudades históricas que ha abrazado la modernidad con entusiasmo y que propone un sinfín de actividades.

 

Aunque son variadas las alternativas para volar a Tailandia con escala, dado que Thai Airways dejó de operar la ruta directa Madrid-Bangkok hace más de un año, las aerolíneas del golfo, y especialmente Qatar Airways, marcan la diferencia. La multipremiada clase Business de la compañía con base en Doha ofrece una experiencia difícil de igualar, tanto por el espacio, las opciones de entretenimiento o las amenities, como por la exquisita atención a bordo.

Una vez en la capital tailandesa, la oferta de hoteles de lujo también es tan amplia que a veces cuesta decidirse, aunque casi siempre la elección acaba en acierto. Desde luego es el caso del Banyan Tree, fiel reflejo del espíritu de la ciudad: un santuario para los sentidos. Es de los establecimientos más altos de Bangkok, como se puede apreciar desde su terraza, donde el visitante se queda literalmente atónito con la información que le llega de sus retinas.

Es como estar en la cubierta de un descomunal crucero que se hubiese escapado del mar para incrustar su quilla entre los edificios, casi como el anuncio de Jean Paul Gaultier en el que el marinero regresa a ver su amada en tierra firme adentrándose con su barco por las calles de la ciudad. De ver y no creer, especialmente por la noche, disfrutando de una buena cena o tomando una copa.

El spa también es de traca. Según algunos rankings internacionales, se encuentra entre los 25 mejores de todo el mundo. Algunos de sus tratamientos proceden directamente de los palacios reales tailandeses. Desde luego, no hay que perderse el Tropical Rainmist, una propuesta exclusiva del establecimiento. Sus 16 salas son auténticas suites y dispone de espacios de meditación donde tomar clases de yoga.

Otra de sus posibilidades, irrenunciable para cualquier grupo en viaje de incentivo, son las cenas a bordo de un barco de época a lo largo del río Chao Phraya. Con el suave discurrir sobre las aguas y pasando por los enclaves más conocidos, entra mucho mejor la pata de cangrejo en caldo de coco, el cordero al curry Massaman o los exquisitos postres.

Sukhothai

Da un poco de pena abandonar una urbe con tantísimos estímulos que solo se pueden ir descubriendo poco a poco, visita tras visita. Pero Tailandia reserva otras muchas sorpresas y el viaje tiene que continuar. En poco más de una hora de vuelo, hacia el norte, aparece Sukhothai, la ciudad histórica que en el s. XIII fue el origen del primer reino tailandés independiente, con un valor que la Unesco ha sabido apreciar declarando su parte antigua como Patrimonio de la Humanidad. “Amanecer de la felicidad”, como sería su traducción al castellano, es además la cuna del alfabeto tailandés y del festival del Loy Krathong, una tradición budista que hoy se celebra por todo el país.

Si por casualidad es posible llegar para esta celebración, que tiene lugar en la noche de luna llena del duodécimo mes del calendario tradicional, y que suele coincidir con noviembre, el deleite puede ser máximo. La gente fabrica pequeños altares en balsas de tronco de banano, con flores, lamparillas y barritas de incienso, que hacen navegar por el río. El momento mágico es cuando cientos de linternas flotantes se lanzan al cielo. La Tailandia más ancestral se encuentra aquí.

Como base de operaciones para admirar los imponentes templos y monumentos —algunos de ellos restaurados—, del parque histórico, la opción de alojamiento puede ser  el hotel Sukhothai Treasure. El nombre lo dice todo: un establecimiento de 5 estrellas para un concepto boutique que es lo más elegante y exquisito que se puede encontrar en toda la zona.

Además de los pueblos que se dedican a la cerámica, desde aquí se visita también Si Satchalanai, que alberga otro importante parque histórico del mismo nombre y produce los famosos tejidos Teen Jok, realizados a mano, por supuesto. En la pequeña localidad de Ban Na Ton Chan, una de las comunidades locales abiertas al turismo, el interés para los grupos son las muchas actividades relacionadas con la cultura tradicional que se pueden realizar, una oportunidad añadida para relacionarse con sus habitantes, que derrochan amabilidad por los cuatro costados.

Los alrededores invitan a coger la bici para indagar un poco más y perderse un poco, dado el caso. Cuando es la temporada, de mayo a julio, se cogen buenos racimos de lichis, esa fruta de origen chino tan apreciada por su cantidad de vitaminas y minerales, así como por sus propiedades medicinales. Otras paradas pueden ser el centro de artesanía Hadsiao, en Soontree Shop, para tejer con las propias manos un pañuelo al puro estilo Sukhothai, o Mhai-Ngern, que organiza talleres para pintar accesorios de plata.

Lampang

En poco más de cuatro horas por carretera se puede cubrir la distancia entre Sukhothai y Chiang Mai, atravesando la provincia de Lampang y parando, por ejemplo, en su capital, fotogénica donde las haya debido a sus coches de caballos rodando de un sitio para otro con turistas a bordo, la forma más divertida de explorar la ciudad y sus numerosos templos budistas. Siguiendo la carretera se llega a otro de los grandes focos de atracción de la zona: el Centro de Conservación de Elefantes de Tailandia, sostenido por una monarquía cuyo símbolo es precisamente un ejemplar blanco de esta especie.

Para interactuar con los paquidermos hay otras empresas de carácter privado, como el campamento de Mae Sa, quizá el mayor de Tailandia. Aquí los visitantes, convenientemente enfundados en un mono azul, les dan de comer, les bañan con mangueras y juegan con ellos en el río, siempre con mucho cuidado para que no te pisen, aunque están más que acostumbrados a los humanos. Muy cerca está la espléndida plantación de orquídeas.

Chiang Mai

Al final de la ruta hacia el norte, la referencia es Chiang Mai, que significa “nueva ciudad” y sigue manteniendo su nombre a pesar que ya ha sobrepasado los siete siglos de existencia. La capital del que fuera Reino de Lanna es de esos sitios donde, junto a pagodas antiquísimas, se alzan modernos edificios y sofisticadas tiendas.

Para revivir tiempos remotos de la ancestral dinastía, lo propio es recurrir a una cena tematizada en el Royal Pavilion del Parque Real de Rajapruek, una maravilla botánica inaugurada hace unos diez años por el recientemente fallecido rey Bhumibol, que ocupó el trono nada menos que 70 años. Aparte de los sabores que sea menester apreciar, el decorado forma una increíble paleta de colores florales. Otra cena con contenido es la llamada “Jungle” que ofrece, cómo no, el Night Safari de Chiang Mai, un zoológico con visita nocturna en el que la atracción es un trenecito que circula entre jirafas, cebras o canguros.

Ya de día, Chiang Mai brinda una excelente ocasión para conocer las diversas identidades culturales indígenas del norte de Tailandia, que incluyen distintos dialectos, una deliciosa cocina, una arquitectura característica, animados festivales, talleres de artesanía, sus propias variedades de masajes thai y danzas clásicas. El entorno cuenta con recursos naturales de aspecto virginal, como montañas, cascadas y ríos, así como la presencia de exóticas tribus.

Lejos están los tiempos en que Chiang Mai era un mero centro de operaciones de turistas a la búsqueda de emociones fuertes en sus actividades de aventura por la región. Hay muchas cosas que hacer en la ciudad. Todavía se conserva gran parte de la muralla antigua, así como las puertas principales que daban acceso a la capital de Lanna. El ambiente es bullicioso y variado. Mochileros y turistas de lujo conviven como si nada, un poco extasiados con lo que se encuentran alrededor. Hay tentaciones para todos: masajes, compras, golf, talleres de seda o plata, restaurantes… Como en otras partes de Tailandia. Por eso la necesidad de volver, y volver.