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CUBA con IBEROSTAR. Salsa rosa

Fernando Sagaseta

Cuba_Trinidad

Pese a su veteranía como uno de los destinos estrella del continente americano, Cuba no pierde un ápice de su enorme poder de seducción. Ni los huracanes, como Irma, que la sacudió de forma despiadada el año pasado; ni los bloqueos económicos, reavivados por Donald Trump; ni la fuerte competencia turística en todo el Caribe, pueden con ella. Los inversores lo saben. Por eso, el grupo Iberostar, de cuyo desembarco se cumplen 20 años, está desarrollando un plan de expansión de lo más ambicioso.

 

Chrevolets frente a Ladas. Los cubanos tienen el corazón partido entre el recuerdo de los fulgores pasados, aquella bonanza tan glamurosa de las élites que vivieron amparadas por la dictadura de Batista, y el alma socialista, radicalmente redistributiva, del régimen instaurado por los Castro, una dicotomía que sigue distinguiendo a la isla como el país más interesante del todo el Caribe, al menos para el visitante. La distinguida mayonesa mezclada con el rojo tomate, una apetitosa salsa rosa. El hecho de que Raúl acabe de ceder la presidencia no tiene pinta de que vaya a subvertir el estado de las cosas.

Como destino turístico, Cuba sigue funcionando como un tiro. Los turoperadores, las aerolíneas, las cadenas hoteleras y los visitantes siguen apostando por ella. Tanto es así, que este año prevé rebasar la barrera de los cinco millones de llegadas internacionales, un 6% más que en 2017. Antes de que finalice el ejercicio habrá 30 nuevos hoteles que sumarán 4.000 habitaciones más. Compañías españolas están llevando a cabo inversiones millonarias para remodelar sus establecimientos y añadir otros nuevos a su cartera. Es el caso de Iberostar que, con las aperturas previstas, alcanzará las 12.000 habitaciones en todo el país en un par de años.

LA HABANA

Ineludible e insustituible, la capital cubana es el comienzo y el final de cualquier itinerario en la isla, ya sea por aire o por mar. Es cierto que los cruceros están en auge. Este ejercicio espera recibir a 500.000 turistas por esta vía y su puerto contará con cuatro nuevas terminales en 2024. Aunque es de esas ciudades que apetece saborear a fuego lento durante varios días, las estancias más cortas también dan juego para estrujar parte de su intenso sabor, con daiquirí (sí, con acento en la “í” final) incluido en La Floridita; un clásico.

La ciudad es muy mayor. El 16 de noviembre del año que viene cumple 500 años. Aunque aún queda tiempo, los preparativos ya están en marcha. El Gobierno ha acelerado las inversiones para mejorar el aspecto de la Habana Vieja que, por mucho encanto que desprenda, no deja de dolerse de su propia decrepitud. Aunque en los últimos años se ha notado el esfuerzo, la lista de actuaciones necesarias no acaba nunca. De cualquier forma, el paseo despreocupado por las calles, con sus iglesias, museos, palacetes, bares (donde no suele faltar la música en directo) o los cada vez más omnipresentes paladares, es uno de los grandes placeres que se puedan experimentar. Y, cómo no, sus gentes, que enganchan más que la arquitectura y la historia, por supuesto. Pura vida a raudales.

Un buen punto de inicio es el Parque Central. Coronando esta plaza, en cortés competencia con hoteles de toda la vida, como el Inglaterra o el Telégrafo, o con el mucho más reciente Kempinski, que ahora ocupa el antiguo centro comercial Manzana de Gómez, se alza el deslumbrante Iberostar Parque Central, compuesto por dos edificios interconectados por un pasillo subterráneo, uno con carácter netamente colonial y otro de construcción más moderna, pero con el mismo encanto. El primero de ellos destaca por muchas cosas, pero sobre todo por su maravillosa azotea, frente al mismísimo Capitolio, un bombón para cócteles y eventos varios alrededor de su piscina. Para encuentros más formales están los cuatro salones del edificio moderno, en un piso exclusivo para el MICE, y otros tres más en el principal.

Por lo demás, el establecimiento es toda una referencia gastronómica. Su desayuno pasa por ser de los mejores de la ciudad. Destacan también entre sus nueve tipos de habitaciones las enormes suites con vistas a la plaza, uno de los puntos de concentración de los rutilantes almendrones, como se les conocen popularmente, esos cochazos americanos detenidos en el esplendor lúdico de los años 50. Precisamente, uno de los grandes iconos de aquella época es sin duda el histórico Habana Riviera by Iberostar, joya vintage en uno de los mejores emplazamientos de El Vedado.

Aquí la cadena ha echado el resto para recuperar un testigo único de los tiempos en que la Mafia tenía diseminados sus tentáculos por la isla. En concreto, el Riviera era propiedad de Meyer Lansky, el que fuera lugarteniente del mismísimo “Lucky” Luciano. ¿Puede haber algún lugar más cinematográfico que un establecimiento como este? A la organización que estableció un hilo directo entre La Habana y Las Vegas no le podía faltar un casino, por supuesto, el mismo que la cadena reinauguró a finales del año pasado con el mismo nombre. El legendario Copa Room conserva todos los detalles del glamur que destiló desde su apertura en 1957 con una presentadora de excepción: Ginger Rogers.

No menos emblemático es el restaurante L’Aiglon, con sus murales inspirados en el carnaval, exquisitamente recuperados, sus vajillas dignas de un museo y su atmósfera tan elegante como afrancesada. Frente a él, en el espacioso lobby acristalado con vistas al mar, más iconos, como la escultura en bronce de Florencio Gelabert en homenaje al ritmo cubano, las lámparas originales o la curiosa escalera helicoidal que sobrevuela los símbolos mafiosos tricolores estampados en las plaquetas del suelo.

Antes de ser zanjado de un plumazo por la Revolución, este voluptuoso magnetismo atrajo a toda una galería de personajes  de intenso sabor retro, como Johnny Weismuller (sí, el primer Tarzán) o el boxeador Rocky Marciano, entre otros muchos. Posteriormente, la clientela mostraría unas credenciales algo más acordes con el nuevo régimen castrista: Salvador Allende, García Márquez

Como curiosidades, el Riviera fue el primer hotel del mundo en contar con aire acondicionado central y aún conserva la primera maquinaria del ascensor, que no se detiene en el piso 13, porque no existe, así no hay que cruzar los dedos. Hay quien dice que el contorno de la piscina en forma de ataúd es otro guiño al mundo del hampa. Ya está aprobado el proyecto para recuperar la cascada que hubo en su momento, así como las hamacas sumergidas. Los planes de inversión también incluyen habilitar una planta Elite, con servicios premium exclusivos.

TRINIDAD

La ciudad colonial mejor conservada de Cuba se llama Trinidad y se encuentra hacia el centro de la isla, en la costa meridional. El trayecto desde La Habana apenas lleva unas cuatro horas, buena parte por una amplia autovía casi huérfana de vehículos. La belleza del destino ya fue apreciada por la Unesco en 1988, cuando la declaró Patrimonio de la Humanidad, un atractivo que se descubre en cada esquina de sus calles empedradas con las características “chinas pelonas”, las que servían de lastre a los barcos españoles que regresaban cargados de mercancías.

Las abigarradas fachadas, frecuentemente realzadas con altas ventanas enrejadas, se suceden entre iglesias, casonas, tiendas de bordados, patios cuajados de flores y apacibles plazas que acurrucan las notas de algún son interpretado en vivo. Además de deambular con los ojos bien abiertos, disfrutando también del calor de sus habitantes, Trinidad es una oportunidad para zambullirse en el pasado, siguiendo el rastro del Museo Romántico, ubicado en el palacio de Brunet; el peculiar Museo de la Lucha contra los Bandidos, en la torre del campanario de la iglesia de San Francisco; o la casa de los Sánchez-Iznaga, que alberga el Museo de la Arquitectura Trinitaria.

La ciudad tiene un alma marcadamente lúdica, quizá por el gran número de turistas que atrae. De hecho, está atiborrada de carteles ofreciendo habitaciones en casas particulares y de paladares con verdadero encanto, tanto que algunos de ellos bien merecen una visita, aunque no se coma en ellos, como es el caso del Sol Ananda, con detalles tan llamativos como la antigua cama de forjado que preside uno de los comedores.

Obviamente, la diversión está en los bares y cafés, la mayoría con música en directo. Uno de los imprescindibles es La Cachánchara, especialista en el cóctel del mismo nombre, elaborado a base de aguardiente, miel y cítricos, y que es la bebida local por excelencia. Los vaso de barro en los que se sirve son obra, desde hace más de 30 años, de Chichi Santander, un alfarero local que es toda una institución, hasta el punto de haber representado a su país en la últimas ediciones de Fitur. Merece la pena darse una vuelta por su taller y echarse unas charlas con él.

Pero hay más. El célebre cartel “cargue con su pesao” de La Bodeguita del Medio cuelga también en Trinidad, donde la famosa tasca habanera tiene aquí una sucursal desde hace cuatro años. En las ruinas del que fuera el primer teatro de la localidad, en sus tiempos el más grande de Latinoamérica, se ubica ahora la popular Casa de la Cerveza, ideal para tomarse una Cristal bien fría o una Bucanero para el que busque sabores más intensos. No lejos se encuentra Don Pepe, que sirve nada menos que 50 variedades de café. Pero donde no para el bullicio es en la escalinata situada en el lateral de la iglesia Santísima Trinidad, junto a la Casa de la Música. Todo tipo de grupos y cantantes amenizan aquí el reposo de los visitantes hasta la medianoche. Para continuar, la opción es la popular Disco Ayala, una discoteca ubicada en una cueva con merecida fama en todo el país.

Para degustar la ciudad con todo su jugo, la cadena Iberostar cuenta aquí con un establecimiento excelentemente situado y con todo el sabor local. Se trata del Grand Hotel Trinidad, una antigua casa señorial de la familia Venegas, reconstruida enteramente hace diez años y que próximamente va a ser ampliada con el edificio colindante, que añadirá 26 habitaciones más, una piscina y un spa.

El apelativo Grand no es casual. Forma parte de la nueva segmentación de la cadena para indicar el máximo exponente del lujo. Y no es para menos. El establecimiento es una auténtica monada, muy acorde con el concepto de hotel boutique, solo para adultos y con un servicio realmente esmerado. Para sentirse como en casa. En el ranking de TripAdvisor aparece como el primero de Trinidad y el segundo de Cuba. Otro de sus puntos fuertes es el restaurante, de lo mejor que se puede encontrar en la ciudad. Y para los fumadores, un salón forrado de madera dominicana con aire a club de gentlemen.


VALLE DE LOS INGENIOS

Los alrededores de Trinidad dan para unas cuantas excursiones. A solo 14 km se encuentra Playa Ancón, la niña bonita de la costa sur; en 25 km se accede al Parque Natural Topes de Collantes y a media hora asoma el Valle de los Ingenios, que alberga varias decenas de ruinas  de complejos donde se procesaba la caña de azúcar, cuyo interés histórico también ha sido reconocido por la Unesco. La época dorada llegó hasta mediados del XIX, cuando los europeos empezaron a consumir la procedente de la remolacha, con la consiguiente caída de la demanda y de los precios.

Algunos de estos ingenios están siendo rehabilitados para darles un uso turístico como pequeños hostales, restaurantes o museos, pero la cosa va lenta. El que sí está a pleno rendimiento es Macana-Iznaga, el mejor conservado de todos, con sus maquinarias, la casa hacienda convertida en restaurante y el antiguo cementerio de esclavos. Lo más asombroso es la torre de 45 m que servía para controlar a los trabajadores y vigilar posibles incendios. Ojo, subir todos los escalones hasta coronarla lleva su tiempo.

De vuelta, se puede parar en el Mirador del Valle a tomar un buen guarapo (jugo de caña) y disfrutar de la estupenda panorámica desde la terraza. Los más atrevidos pueden sobrevolar parte del entorno en tirolina. Para recorrer la zona hay un pintoresco tren de vapor, aunque no siempre es posible cogerlo, debido a las averías. Cuando funciona, es de las atracciones preferidas por los turistas.

 

VARADERO
El destino de playa más popular de la isla está formado por la Península de Hicacos, una estrecha lengua de más de 20 km de arenas blanquísimas y mar azul, donde se encuentra la localidad de Varadero. Volviendo a los tiempos prerrevolucionarios, el pantanoso terreno fue adquirido por el potentado estadounidense Irénée Dupont para construir su mansión ‘Xanadú’ —con aeródromo y puerto deportivo—, que aún se puede ver desde la carretera. Otros millonarios y mafioso s encontraron acomodo en sus villas de veraneo, entre ellos el inefable Al Capone.

Hoy en día, la zona está colonizada en buena parte por grandes resorts vacacionales. Cadenas españolas como Meliá o Iberostar tienen aquí, no uno, sino varios establecimientos, y algún que otro proyecto para el futuro. En el caso de esta última son cinco en total, con ambiciosos planes de inversión en todos ellos para renovarlos, más allá de los estragos causados por el huracán Irma el año pasado.

El más sencillo es el Iberostar Taínos, de 4*, concebido como un poblado cubano y renovado en 2015, muy tranquilo y con una de las mejores playas. El resto de las opciones del grupo hotelero está en la categoría de las 5*. Es el caso del Iberostar Alameda, renovado al 100% hace un año, que llama la atención por el gran baldaquino de madera en la entrada. En el restaurante cuenta con una zona especial para grupos y a partir de noviembre de este año será solo para adultos. Ofrece además dos salones de reuniones que se pueden unir, más el teatro al aire libre. El Iberostar Laguna Azul es de los más grandes, con once bloques interconectados. A pesar de ello, tiene un aspecto recogido y confortable, con zonas separadas para clientes en busca de tranquilidad y cinco restaurantes donde elegir. Uno de sus productos diferenciales es el ‘desayuno con diamantes’ que sirve en el palafito junto a la playa. Para el MICE cuenta con dos salones para 140 y 300 asistentes y el teatro abierto, de 600 plazas.

En el tramo superior se encuentran el Iberostar Bella Vista, el más moderno y animado de todos, abierto en abril de 2017, con una fantástica azotea que da servicio a la planta Premium y que ofrece magníficas vistas, y el Iberostar Varadero que, junto con el de Trinidad, es de propiedad mixta hispano-cubana, una característica que les confiere un mayor control de la gestión y acuerdos especiales para asegurarse el suministro de productos que no se encuentran habitualmente en la isla, como los quesos franceses. El resort se va a ampliar con un nuevo edificio, remodelará las habitaciones existentes y saltará a la categoría Grand.

Cuba sigue siendo un caramelo para los hoteleros de dentro y de fuera. No hay más que dar un repaso al plan de expansión de Iberostar para darse cuenta del enorme potencial que sigue teniendo la isla. Después de los tres hoteles boutique abiertos recientemente en Santiago, excelentemente situados, el desarrollo en el Oriente pasa también por un complejo de más de 600 habitaciones en Playa Pesquero, cerca de Holguín, cuya apertura está prevista para finales de año. Pronto llegará también el Iberostar Grand Hotel Packard, otra pica en La Habana, en el señorial Paseo del Prado. La cadena mallorquina suma y sigue.