
En su lecho de muerte, y con sus allegados instándole a que se arrepintiera de sus exageraciones y mentiras, para que su alma subiera al cielo, Marco Polo los maldijo rotundamente y exclamó: “No he contado ni la mitad de lo que hice ni de lo que vi”.
En un momento histórico en que la economía Europa está viviendo uno de sus momentos más convulsos, otras regiones del mundo como, por ejemplo, el eje compuesto por las regiones de Oriente Medio y Asia–Pacífico se están reivindicando como nuevos y potentes mercados emergentes a todos los niveles, incluido el ámbito de la aviación.
En el caso del Oriente Medio, a su envidiable ubicación geográfica, “puente natural” entre continentes y mercados desde los tiempos antiguos, se une la admirable e inspiradora visión actual que los dirigentes de algunos países allí ubicados decidieron tener en su apuesta por la modernidad, los principios de libre mercado y la inversión en infraestructuras de primer nivel que supusieran un diferencial de excelencia para competir con otras metrópolis “consagradas” de proyección mundial.
Una consecuencia natural de esa receta, es la eclosión de líneas aéreas de reconocida excelencia, hoy incuestionablemente colocadas al frente de cualquier ranking, sea satisfacción de clientes, calidad de productos, crecimiento y expansión internacional. Incluso resultados financieros.
Más allá de un privilegiado enclave y de una capacidad de inversión y dinamismo envidiables, existen otras razones que explican este fenómeno de excelencia y éxito en (algunas) de las líneas aéreas con base en el Oriente Medio.
El entorno regulador merece especial reflexión. Varios de estos países se caracterizan por ser una economía de mercado altamente liberalizada, dinámica, competitiva y puntera en muchos aspectos. Esto, para nuestra sorpresa en Europa, se extiende también a la aviación. Cuando aquí cada vez hay más restricciones y limitaciones por parte de los gobiernos respecto a las compañías aéreas, en los Emiratos Árabes Unidos, por ejemplo, defienden (y ofrecen) desde el primer minuto, a todos los países sin excepción, y sin ninguna limitación, la política de cielos abiertos.
Esto es sin duda un factor diferencial clave para el éxito de la aerolíneas allí basadas, cuya única frustración en este aspecto es contemplar la enervante falta de progreso que un concepto tan indispensable para el crecimiento y la libre competencia en la industria de la aviación, sigue sufriendo en los viejos continentes.
Los gobiernos asumen como propio el “reto moral” de proteger sus compañías bandera, penalizando a sus competidores y restringiendo sus derechos de tráfico al máximo posible, en un lamentable juego de mínimos entre ministerios. Hora sería que este ejemplo de simplicidad y coherencia que el medio Oriente ofrece, y que -obviamente- crea riqueza y prosperidad, se aplicase como punto de partida, y no como la asignatura pendiente que nunca llega, sofocada por protestas de unos contra otros, entre airados dedos que señalan quejumbrosos bien a Bruselas, bien a Washington.
A ese campo de juego liberal y simplificado de cielos abiertos “de verdad”, y tal vez como resultado directo de ello, se une la capacidad que tienen varios carriers de la zona de tomar ágilmente decisiones estratégicas a largo plazo, con una visión de futuro valiente y optimista. Los pedidos de aviones nuevos, con el mítico A-380 como buque insignia de este fenómeno, y casi el 70% de sus pedidos en firme asignados a compañías de Oriente Medio y Asia Pacífico, así como los plazos cuando fueron decididos y formalizados, es decir, muchísimo antes que en Europa o América, son un argumento rotundo que hoy día marca la diferencia y las expectativas de futuro en cada mercado.
Esto, además, supone hoy día un irónico alivio a la debacle laboral que asola a Europa, ya que la fabricación en Europa de estos aviones (sólo del pedido “asiático”) genera hasta 6.000 puestos de trabajo en España, muchos más aún en Francia, Alemania e Inglaterra, y hasta un total de 300.000 empleos directos e indirectos a nivel mundial.
Si a estas variables de fondo, le añadimos un rico legado cultural, un espíritu cosmopolita, hospitalario y abierto, donde cualquiera es bienvenido, tanto de visita como para disfrutar de oportunidades laborales, una seguridad garantizada y la capacidad de re-inventar su oferta turística y de servicios de manera constante, adaptándola admirablemente a lo que el gran público mundial pide en cada ciclo, y no al revés, tenemos entonces una buena base para ir superando el rancio tópico de que “esa gente de allí sólo vive del petróleo”.
Nada más lejos de la realidad, ciertamente para algunos. Más nos valdría a los de aquí empezar a emular ese espíritu emprendedor y la convicción de que algunos de estos países demuestran en superar sus retos con optimismo, mentalidad abierta y tolerante, y visión de futuro.
Bienvenidos al Oriente… Marco Polo tenía razón.
FERNANDO SUÁREZ
Director General de Emirates para España