Más allá de lo que puedan contar libros o revistas como esta, Tailandia guarda en su interior todo lo que se pueda soñar en un viaje perfecto: exotismo y cultura, naturaleza y playas vírgenes, aventura y confort, compras y relax… Todo ello se puede encontrar en la isla del Elefante, pequeña en tamaño y grande, muy grande en sorpresas.
Doce horas en vuelo directo con Thai Airways separan Barajas del aeropuerto internacional Suvarnabhumi, en Bangkok. Tras poner los pies en tierra, los cinco sentidos sitúan al viajero en el sudeste asiático. Calor, color, olor…Tailandia entra por los poros de la piel.
Un breve salto con Bangkok Airways traslada al grupo hasta Trat, ya en la costa. Sólo un estrecho brazo de mar separa al continente de la verde y montañosa silueta de Koh Chang, o Isla del Elefante. A pesar de su reducido tamaño, tres veces menor que La Palma, por ejemplo, es la segunda más grande de Tailandia y un verdadero paraíso natural que ha sabido dejarse enamorar por el turismo sostenible.
Playas de arena blanca, aguas color turquesa, montañas cubiertas de bosque tropical y una sabrosa cocina a base de frutas, verduras, pescado y marisco hacen de Koh Chang lo más parecido a un paraíso en la tierra.
El Centara Tropicana Resort, en Klong Prao, evidencia la calidad de la acogida local. Las cómodas habitaciones invitan al descanso, pero no hay nada como un primer baño en el mar transparente y un masaje tailandés para resistir a la tentación. Es la mejor forma de adaptarse al horario local y llegar frescos a la cena.
En este caso, el grupo degustó la cerveza Singha y un suculento menú a base de pescado y marisco al estilo tailandés en un restaurante local: el Lyara Seafood. Como postre: el espectáculo de la danza nocturna de las luciérnagas entre los manglares.
En elefante
Con las primeras luces de la mañana, y ya superado el jet lag, renacen los colores: el infinito telón verde que todo lo envuelve, el hipnotizador azul del mar, la cegadora blancura de las playas… Todo sorprende a la retina del viajero. Koh Chang está pidiendo a gritos ser descubierta… por carretera, desde el mar, en moto, barco o elefante… Este último es precisamente uno de los medios más confortables. Impresiona la seguridad que transmiten estos animales cuando uno va subido encima.
En Salak Pet, la principal población de la isla, o en Bang Bao, aún se puede observar cómo viven los pescadores tradicionales, que al mismo tiempo están muy bien integrados en nuevas realidades, como el buceo, la hostelería o los mercadillos de artesanía.
Visitar los templos es impregnarse del carácter religioso de los tailandeses: una buena manera de acercarse a la cultura budista es disfrutar de la tranquilidad, silencio y paz en Klong Prao. El templo chino de Chao Prao permite descubrir una mezcla pacífica que ya quisieran en muchos países.
Koh Chang es, ante todo, naturaleza en estado puro. Islas como Koh Wai, Koh Rung, Koh Yal Lek, Koh Yak Yai o Koh Thonglang son auténticos pedazos del paraíso. El paso del hombre solo se percibe en las cabañas camufladas entre la selva y la playa. Es inevitable soñar con escaparse allí algún día.
Koh Samet
De regreso a Bangkok, y tras poco más de dos horas por carretera y un breve trayecto en barco, Koh Samet reúne a los habitantes de la capital durante los fines de semana y vacaciones. Goza de uno de los mejores climas de Tailandia, incluso en la época de lluvias. Básicamente es una sucesión de magníficas playas que enmarcan la costa. Tienen razón los folletos que la describen como un collar de perlas… Para conocer todas las playas, lo mejor es visitarlas desde el mar.
Como cualquier destino turístico que se precie, Koh Samet cuenta con alojamientos exclusivos como el Paradee Resort y otros más adaptados a turistas dinámicos, como el Sai Kaew. Lo importante es que el windsurf o esquí acuático deje fuerzas para disfrutar del ambiente nocturno, en torno a las hogueras, el ritmo de los tambores y la música que ofrecen los locales nocturnos de las playas.
A 150 kilómetros de la capital, en la más que turística Pattaya, se esconde una de las joyas arquitectónicas del país: el Santuario de la Verdad, con su espectacular templo construido íntegramente en madera de teca.
Bangkok
Parece imposible que una ciudad con un caos tan grande en cuanto a tráfico pueda albergar seis millones de habitantes y evitar el colapso. Una marejada de motos, tuk-tuk, taxis y bicicletas, sobrevolados todos ellos por el Sky Train, invade la ciudad. Este futurista metro es el modo de transporte más cómodo para acercarse a Siam Square, la meca del shopping en Tailandia, sobre todo en el gigantesco centro comercial Siam Paragon.
La magnificencia de Bangkok queda clara en el recinto del Palacio Real. Ante el pequeño Buda sentado de jade verde resulta fácil imaginar a George Lucas visitando este templo en busca de inspiración para el inolvidable Yoda de Star Wars. Pero hay más: el templo del Buda Reclinado, de 46 metros de largo y cubierto de pan de oro, el templo del Atardecer, con su empinada escalera y, como premio, las vistas del río Chao Phraya. La arquitectura religiosa y palaciega de Bangkok es simplemente sublime.
El Chao Phraya convierte la ciudad en un laberinto de canales o khlongs, por los que circulan tanto mercancías como personas a bordo de los longtail boats. Un antiguo motor de coche sirve de propulsión para estas estrechas, ruidosas y divertidas embarcaciones que sirven de medio de transporte rápido y eficaz. También ofrecen un punto de vista diferente de la ciudad, esta vez a ras del agua. Ni James Bond se lo quiso perder.
By night
Tras la puesta del sol, uno de los mayores atractivos que ofrece Bangkok son las compras. El mercadillo Pat Pong es uno de los más concurridos, aunque Sukhumvit es sin duda el sitio de moda y con la oferta más variada. Para tomar una copa hay de todo, desde el genuino Charlie´s Bar a la discoteca Bed Supperclub, pasando por una furgoneta Volkswagen que en realidad es un bar ambulante.
Quienes quieran disfrutar del Bangkok más exclusivo tienen que subir a las alturas: el Sky-bar de la State Tower, en el piso 63, o el Red Sky del hotel Centara, en el 57 y con vistas 360 º, hacen que uno se olvide de la copa, sobre todo en el momento de la puesta de sol.
Bangkok tiene muchas caras, desde las de los mochileros de Khao San Road, con su desorden inspirador, al lujo con clase del Four Seasons o el A Loft, expresión de la modernidad más chic. El espectro entre ambos mundos incluye templos donde el recogimiento es casi inevitable y otros espacios para llenarse de recuerdos, tanto en forma de compras como de vivencias.
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