Situada en el bulevar del paseo de la Castellana de Madrid, a la altura de María de Molina, la terraza de La Madreña es una buena opción para refugiarse del calor y la rutina del verano. Cuenta con dos zonas, una acristalada con aire acondicionado y otra exterior cubierta por toldos, ambas con la posibilidad de alargar la sobremesa hasta la cena a ritmo de copas y cócteles, al estilo beach club.
La Madreña Castellana es un restaurante consagrado al producto y la cocina tradicional con guiños al recetario y la despensa asturianos.
Está ubicada en una de las principales arterias de la capital, entre Nuevos Ministerios y María de Molina, con el telón de fondo de los jardines del Museo de Ciencias Naturales y un sofisticado sistema de mamparas que la insonorizan de la calzada.
Es además una de las más amplias de todo el paseo, con capacidad para 140 personas y dos zonas diferenciadas: una al aire libre, cubierta de toldos negros, cuidadosamente decorada y con ventiladores con nebulizador; y otra acristalada con aire acondicionado.
Como entrantes destacan especialidades fijas como la ensaladilla rusa con bonito del norte, el pastel de cabracho al gratén de ajo negro, el calamar fresco de potera a la romana o la gamba de cristal.
También pueden encontrarse la ensalada de tomate mar azul con ventresca de atún o con perdiz, los espárragos trigueros a la plancha con jamón, las alcachofas hechas en casa con jamón, las alcachofas naturales con almejas en salsa verde y las alcachofas naturales con foie.
Detrás de La Madreña se encuentran Marga y José Luis Rodríguez, dos hosteleros cuyo origen asturiano se deja ver tanto en la bodega, como en muchos de los apartados de la carta: en los rotundos guisos con verdinas, en la variedad de cachopos, en la selección de quesos o en la querencia por la cocina marinera.
Su selección de pescados frescos de lonja incluye sobre todo piezas del Cantábrico: merluza de pincho de Burela a la romana, al horno y a la sidra; lubina de estero; bacalao y auténtico pixín de barriga negra de Luarca. Tampoco desmerecen las carnes que selecciona, despieza y madura en cámaras propias el carnicero del grupo.
Otro de los encantos de este oasis urbano es el ambiente relajado y playero que se respira en él. Después de comer, el servicio no entiende de prisas y por sus mesas desfilan hasta la hora de cenar combinados premium a a partir de 8,50 €– y cócteles clásicos preparados al momento.
La terraza cuenta con una amplia zona de aparcamiento disponible 24 horas junto al Museo Nacional de Ciencias Naturales y abre desde las 7 de la mañana para desayunos.