Babuchas de Fez, alfombras de Rabat, cerámica de Safi, cestas de palma del Atlas, cajas de madera con el aroma los bosques de Esauira… Todo se compra y se vende en Marrakech, una ciudad literalmente volcada en el comercio, hasta convertirlo en su principal atractivo turístico, aunque no el único, ni mucho menos. Cosmopolita y tremendamente animada, su zoco es de los mayores de Marruecos y de África, con más de 10.000 tiendas y puestos.
La gran puerta de entrada al zoco de Marrakech es la Plaza de Jemaa el-Fna. Patrimonio Oral de la Humanidad, es un espectáculo indescriptible que cobra vida por las tardes con cuentacuentos, saltimbanquis y músicos gnawa encantadores de serpientes, entre puestos de pinchitos y cafés. Dentro de las diez puertas que tiene la ciudad antigua se encuentran un sinfín de bazares donde los sentidos se despiertan por el color y los aromas a menta, a perfumes de azahar y rosas, a aceites de argán y a especias.
El zoco es infinito y laberíntico. Lo mejor es adentrarse en él por la mañana para ir descubriendo los puestos de los distintos gremios. La puerta de Bab Ftouh conduce a puestos en los que embriaga el aroma de la menta fresca envuelta en papel de estraza y puestecitos de pan recién hecho hasta llegar a la puerta dorada, de donde parte la calle principal del zoco Semmarine, especializado en toda suerte de textiles.
Aquí ya se empieza a vislumbrar el enjambre de bazares con alfombras, pasamanería, babuchas y tiendas exclusivas, como Le Fil D’Or, en el número 10 de Derb Semmarine. Sus modelos exclusivos de caftanes, chilabas y capas de lana de camello cosidas a mano son obras maestras codiciadas hasta por familias reales. Muy cerca, en una placita a cielo abierto, mujeres del Atlas venden cestos, sombreros y paneras de paja entre tiendas de especias, pócimas y hierbas de hechicería.
Allí se pueden comprar al peso azafrán, comino, pimienta y e innumerables especias, además de ras al hanut, la famosa y secreta mezcla de especias de la cocina marroquí para condimentar tajín, cuscús y otros guisos. También hay puestos donde elegir perfumes y comprar la piedra gris del khol para los ojos, la henna natural para teñirse el pelo y la arcilla ghassoul para el cuidado de la piel y el cabello. El regateo es la costumbre habitual para realizar las compras y no es raro que los vendedores ofrezcan una taza de té a la menta mientras presentan sus artículos haciendo gala de un rasgo distintivo de la hospitalidad árabe.
En la zona este, en el barrio judío de El Mellah, la plaza des Ferblantiers, o de los hojalateros, junto a la kasbah y de las Tumbas Saadíes, es otro de los puntos donde encontrar piezas de artesanía, kilims, vasos de té o cerámicas con precios fijos en el Centro Artesanal. En el noroeste de la medina, próximo a la mezquita Mouassine, el Jardín Secret, un oasis de frescor en un palacio del siglo XIX invita a hacer una pausa antes de recorrer el barrio de R’Mila, donde la calle Dar el Bacha presenta boutiques de diseño, librerías y tiendas de anticuarios.
Corine Bensimon destaca por sus objetos de decoración y vajillas de cerámica; la contigua Topolina, de la diseñadora francesa Isabelle Topolina, por sus diseños africanos plasmados en vestidos, blusas y babuchas inspirados en los colores y la luz de Marruecos. También es una buena ocasión para visitar el precioso Museo de las Confluencias, ubicado en el antiguo palacio del pachá El Glaoui, donde además se pueden saborear y comprar más de doscientas variedades de café acompañadas de cruasanes, tartas y otras delicatessen en el exótico Bacha Coffee.
Muy próximo, tras una magnífica puerta de madera, Soufiane Zarib sorprende con su colección de alfombras de lana seda o algodón. Una empresa familiar de tercera generación que ha convertido un antiguo riad en un espacio superlativo de decoración y arte con proyección internacional. Las diferentes plantas muestran más de 60.000 alfombras vintage y contemporáneas, así como antigüedades bereberes, vasijas, cestos, sofás, muebles de jardín y cuadros donde se palpa la exquisitez y lo genuino de África.
En Bab Ksour, una de las zonas más distinguidas de la medina, la tienda del riad El Fenn, propiedad de Vanessa Branson, presenta ropa, bolsos y complementos para bolsillos de altos vuelos. Conecta con un bar terraza con una de las mejores vistas de la ciudad, con la Kutubía y las montañas del Atlas. En una calle cercana, Ahram Cuir dispone de prendas de cuero de primera calidad con showroom y confección a medida.
Guéliz, el barrio extramuros
La avenida Mohamed V es una de las arterias principales que conduce desde el emblemático café Les Négotians hasta la plaza de Jemaa el-Fna. Además de centros comerciales, incluido Zara, frente al colonial Grand Café de la Poste, cuenta en los aledaños con tiendas de precio fijo. En el 17 de la rue Tarik Bnou Ziad, la tienda de Norya Ayron, una de las preferidas de Sharon Stone o Isabel Adjani, no defrauda con sus ediciones limitadas de caftanes, abayas y blusas realizadas con telas ecológicas tejidas por mujeres. Y en el boulevard El Mansour Eddahbi, 35 los bolsos ecológicos de fibras vegetales y colores vivos de Lalla son todo un reclamo.
En los alrededores de los Jardines de Majorelle, una de las visitas clásicas de Marrakech, con su delicioso café, la tienda, el Museo Bereber y el vecino Museo Yves Saint Laurent, se conforma el distrito más cool de la ciudad, plagado de tiendas de diseñadores marroquís e internacionales. Moro, del diseñador de interiores Mohcyn Bousfiha, es uno de los mejores concept store que apuesta por creadores locales con ropa, decoración y complementos para hombre y mujer. Además de su restaurante y café, el espacio merece una visita por su cuidada decoración. Cuenta también con la tienda The Moroccans, con una línea de cosmética orgánica basada en el aceite de argán, semillas de cactus y perfumes de esencias de azahar, canela, cedro y ámbar.
Por su parte, el espacio 33 Rue Majorelle, en la rue Yves Saint Laurent, alberga una sucesión de boutiques de creadores donde encontrar bolsos de piel, en La Beldi y Nekhoui; bisutería y joyas de plata, en Ziadina; ropa de niños y bellas lámparas de ganchillo realizadas por mujeres del pueblo de Tougana, en Hamimi Design; velas y perfumes, en Cote Bougie; vestidos que cuentan historias, en Salima Abdel Wahab; o diseños de la española Marta Carrascosa, con su firma M’Tita Bamako. Con tal cantidad de estímulos no son pocos los que empiezan a planear el regreso, antes incluso de abandonar Marrakech.