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PRAGA. De cuento

MIRIAM GONZÁLEZ

Todo el que se haya dejado caer por la capital de la República Checa volverá a casa con una sonrisa y con el tópico «es de cuento». Así es, porque Praga deja con la boca abierta y da mucho para contar. También en lo que a compras se refiere. Aunque el cristal se lleva la fama, también no hay que olvidar el diseño, las nuevas tendencias y la madera, mucha madera. Y si el shopping se acompaña de una buena jarra de cerveza, lo de pasar la tarjeta se llevará mucho mejor.

 

Praga podría ser el escenario de cualquier relato que empezara por el “Érase una vez” de los cuentos de princesas y dragones. En el centro de Europa, la capital de la República Checa es de esos sitios a los que apetece volver siempre y, cada vez, con un recuerdo diferente en la maleta.

También es la capital de Bohemia, región famosa en las alacenas de todo el mundo por el fino vidrio que imita el cristal de roca, que se empezó a soplar de forma magistral allá por el siglo XIII. Casi es imposible volverse de Praga sin un recuerdo cristalino, aunque, ojo, no todo es lo que parece. Para reconocer el auténtico, hay que fijarse en sus señas de identidad más reconocibles: que sea totalmente transparente, que no contenga “impurezas” —burbujas— en la parte superior y, sobre todo, por su brillo.

Todas estas características son las que cumple, por ejemplo,  una de las marcas más famosas de cristal de Bohemia: Moser. En la tienda de la muy comercial calle Na Příkopě, en Nové Město, en un ambiente de lujo de mobiliario y decoración, se pueden encontrar auténticas obras de arte en cristal para lucir en casa o para quedar de maravilla con un recuerdo de Praga. Otra opción pueden ser las delicadezas del diseñador checo Tomáš Kysela, en Material, una tienda ubicada en un palacete renacentista a pocos metros de la plaza de la Ciudad Vieja.

Juguetes para grandes y pequeños

Además del cristal, si hay algo que ha trascendido las fronteras de Praga es su Teatro Negro y las marionetas, tan típicas y tradicionales que va a faltar tiempo para elegir una entre las muchas que se venden en las tiendas de souvenirs. Al fin y al cabo, la tradición de los espectáculos de títeres se remonta al siglo XVIII y hasta hay un teatro nacional de marionetas que bailan al son de los clásicos.

Como ocurre con el cristal, para llevarse algo realmente checo que no se encuentre en cualquier bazar hay que fijarse en los detalles. Más de 40 artistas presentan sus creaciones en Truhlář Marionety, una tienda del barrio de Malá Strana, con marionetas hechas con verdadero mimo, tan artesanales como para darse el gustazo de tener títere personalizado a partir de una fotografía: un regalo que seguro triunfa en Navidad con los cuñados.

Aunque parezca cosas de niños, lo de dar forma a la madera, sobre todo para juguetes, es todo un arte en Praga. Czech Marionettes, también en Malá Strana, es otra de esas tiendas donde los adultos disfruten probablemente más que los pequeños con sus creaciones realizadas a mano.

Otro establecimiento imprescindible en cuestión de juguetes es Houpací kůň, cuya traducción ya lo dice todo: caballito balancín. Está junto al castillo de Praga, por lo que puede ser una buena opción para descansar después de la visita y relajarse entre juguetes de madera, cajas de música y osos de peluche. Y para quedarse con la boca abierta, Hamleys, en Na Příkopě, una tienda con carrusel incluido que ha hecho del mundo juguete un auténtico espectáculo.

Tentaciones en rojo

Otro arte tradicional en la República Checa en general y en Praga en particular es el tallado de granates, ya que en el país ha estado sembrado de yacimientos de esta piedra semi preciosa. Se pueden ver con todo su brillo en un par de museos dedicados a esta joya y, también, hacerse con un ejemplar en algunas de las tiendas ubicadas sobre todo en el centro de la ciudad, como las de Granát Turnov, el gran fabricante de joyería con granates de la República Checa, que hasta tiene denominación de origen.

Otro de los lugares de peregrinación para hacerse con uno de estos tesoros es la tienda Studio Šperk  que está en la calle Dlouhá, donde llevan varias generaciones engarzando granates y diamantes. Una tentación en la que es muy difícil no caer.

Para todos los gustos

Praga no para de reinventarse y eso se nota en muchas de sus tiendas donde el diseño más innovador es el auténtico protagonista y donde también se reinterpretan los clásicos de siempre. Templos para los caza tendencias o los que buscan hacerse con un recuerdo distinto, o simplemente, para quienes quieren estar a la última de lo que se mueve donde van.

Maxim Velčovský reúne en Qubus Design Studio una colección que da una vuelta de tuerca a las referencias culturales checas con humor. Otra de las referencias de parada obligatoria es Kubista, una boutique situada en la plata baja de la Casa de la Virgen Negra, en el centro de Praga, con recreaciones cubistas de artistas checos y una oferta que va desde libros a muebles, pasando por multitud de artículos de decoración y menaje.

Para quienes quieran darse un homenaje, la ‘milla de oro’ de las marcas del lujo y las tiendas exclusivas recorre la calle París —atravesando el Barrio Judío— con las marcas internacionales más top. Si por el contrario se prefieren precios más populares y palpar el ambiente de la ciudad, una muy buena opción son los mercadillos.

El de Havelská, en pleno centro de la Ciudad Vieja, abre todos los días del año y además de frutas y verduras se pueden encontrar souvenirs varios, juguetes de madera y de cerámica. Otro clásico es el mercado de las pulgas, Bleší Trhy, el típico mercadillo donde se puede encontrar casi de todo. En este punto merece la pena recordar que las matrioskas que se pueden adquirir aquí o en cualquier otro punto de la ciudad no es algo típico checo, sino ruso.

Sería imperdonable irse de Praga sin probar un trdelník, un rollo de masa con canela y azúcar relleno de chocolate, crema o fresa, para el que los adjetivos exquisito o delicioso se quedan muy cortos. No hace falta dar muchas más referencias, el centro de Praga está impregnado de su olor suave y es fácil encontrar dónde se venden.

Y para olvidarse de las calorías, nada mejor que brindar con una cerveza checa. La cervecería U Fleku, la más antigua de Praga, que incluso tiene un museo dedicado al rico zumo de cebada, puede ser un buen comienzo. Y para seguir, casi cualquier sitio es bueno, aunque alguna de las terrazas de la isla de Kampa con la panorámica del puente de Carlos será sin duda el mejor punto y seguido para una jornada de compras en Praga.