Es la tierra de las flores, de la luz y del amor… por las compras. Valencia es el patio de recreo para quienes apuestan por un shopping de calidad marcado por la singularidad, la tradición y el diseño. El ‘Made in Valencia’ va desde la seda y la porcelana hasta los abanicos de diseño centenario. Todo acompañado por el buen gusto y el sabor de productos gourmet de la tierra y el mar. Una tentación tras otra, Valencia es parada obligatoria para los amantes de las compras.
Si algo describe a Valencia es la calidez. Tanto por su clima, con 300 días de sol al año, como por esa luz tan peculiar que ni el invierno parece invierno en una ciudad cada día más cosmopolita y abierta a las nuevas tendencias. Tanto es así que el año que viene será la primera ciudad española en convertirse en Capital Mundial del Diseño. Con estas cartas, la partida del shopping viene con varios ases en la manga. Porque lo más difícil en la capital del Turia es no caer en la tentación de llevarse algún recuerdo.
Una de las ventajas de estar abierta al mar es que ha sido desde siempre ciudad de comerciantes. Y el arte de la seda lo llevan bordando desde hace siglos. Para hacerse una idea, no está de más pasarse por el “archivo gremial más antiguo de Europa” o, lo que es lo mismo, el Museo de la Seda y después, en la tienda del mismo, hacerse con alguna de sus joyas bordadas artesanalmente, desde corbatas a pañuelos pasando por bolsos o collares hechos con capullos de seda.
Sin salir del universo de las artesanías, Valencia también ha sido desde hace varios siglos una de las mecas de un símbolo muy español: el abanico. La quinta generación de la familia Carbonell lleva las riendas de un negocio familiar que ha sobrevivido a los vaivenes de la historia y que ha llevado este accesorio hasta Filipinas y Japón. En la tienda Abanicos Carbonell se siguen utilizando las mismas técnicas artesanales de antaño, una de las claves de su éxito. Otra tienda con solera, Abanicos Vivanca, ofrece la oportunidad de disfrutar de fabricación desde el principio. Eso sí, el ancestral —y casi místico— lenguaje de los abanicos lleva más tiempo aprenderlo.
Otro de los oficios más trabajados en Valencia desde tiempos remotos es el de la cestería. A lo largo de los años, los artesanos del gremio se han concentrado en la calle Músico Peydró. Tanto es así, que es conocida popularmente como “calle de las cestas”. A este artículo tradicional, de cualquier tamaño y utilidad, se han unido en los últimos años muebles y objetos artesanales elaborados a partir de mimbre, junco o corcho.
También en el centro de la ciudad se encuentra uno de los enclaves más peculiares para el noble arte de las compras. La plaza Redonda responde a su nombre y es donde adquirir un recuerdo único en alguna de sus tiendas de encajes. Por ejemplo, en la mercería Caracena, el visitante se puede dar el gusto de ver de cerca una de las tradiciones más vinculadas con la ciudad, los accesorios imprescindibles para la indumentaria fallera: encajes, puntillas, peinadores o mantillas, entre otros.
Para todos los gustos
Lo llaman el SoHo de Valencia porque Ruzafa, desde hace unos años, se ha convertido en el barrio de moda de la ciudad, emergiendo con la bandera de la multiculturalidad con galerías de arte, tiendas, espacios gastronómicos. Merece la pena darse un paseo por las calles Sueca, Dénia, Cádiz y Literato Azorín —a los fans de las Fallas les sonarán estos nombres— para calar su ambiente.
También para quienes lleguen a Valencia con ganas de llevarse algo alternativo, otro barrio de referencia es el del Carmen, con una amplia variedad de tiendas donde encontrar ropa y artículos vintage o piezas con personalidad propia. No solo ropa, también cerámica y objetos de decoración. Uno de los hotspots de esta zona es el mercado de la Tapinería, un espacio que se define por la creatividad de sus tiendas y mercadillos efímeros.
Si se prefiere sorprender a la vuelta con algo más clásico que nunca falla o, simplemente por visitar la tienda de una de las marcas valencianas más emblemáticas, hay que ir a la Milla de Oro de Valencia, la calle Poeta Querol. Entre Carolina Herrera, Louis Vuitton y otras exclusivas firmas, se encuentra la tienda alma mater de Lladró. Desde sus comienzos en 1953, la firma de porcelana ha llegado a las vitrinas del Hermitage de San Petersburgo y tiene tiendas en Beverly Hills, Nueva York y los almacenes GUM de Moscú. En la tienda Valencia se pueden encontrar los clásicos y también las nuevas líneas de diseño contemporáneas, con colecciones en las que hay personajes Disney o de la saga Star Wars.
Ana Illueca también ha dado un giro de tuerca al arte de la cerámica, tan trabajado en tierras valencianas, a partir de la investigación de las raíces de las culturas mediterráneas y actualizando técnicas y pigmentos. Merece la pena pasarse por su atelier en la calle Rodrigo de Pertegás para hacerse con una de sus piezas.
Mercados son solera
La calle Colón y sus alrededores (Juan de Austria, Cirilo Amorós, Jorge Juan…) es el eje comercial por excelencia de Valencia, con tiendas de moda para todos los gustos y bolsillos. Además, se puede hacer un break en el Mercado de Colón para degustar alguna delicatesen (debería estar prohibido irse de Valencia sin mojar fartons en horchata) o llevarse alguna con el sello gourmet en la maleta. De hecho, es casi parada obligatoria simplemente por darse el gustazo de ver el edificio, diseñado en 1916 y rehabilitado como gastro market.
También se describe a otro mercado, el Central, como una de las obras maestras del modernismo valenciano. Bajo sus cúpulas de vidrio hay un centro de los de toda la vida en el que es un disfrute ver los productos frescos que llegan directamente del mar y de la huerta. También hay puestos para comer y tiendas donde hacerse con un souvenir.
Justo enfrente del Mercado Central se encuentra el local más antiguo de Valencia, con 120 años a sus espaldas. Una antigua farmacia, en la que se han mantenido los artesonados, mostradores y estanterías de madera, alberga los productos muy ‘Made in Valencia’ de Original CV, para llevarse un bocado 100% mediterráneo como recuerdo.
Para tener a la ciudad en la memoria de forma perenne o para hacer algún regalo alejado del típico concepto de souvenir hay que pasarse por la tienda de la Postalera. Para triunfar todavía más, venden postales con ilustraciones de Valencia que se pueden escribir y mandar allí mismo. La forma más bonita —y nostálgica— de recordar un viaje de categoría.