
La remota, montañosa y a veces convulsa región del Cáucaso, incrustada entre el mar Caspio y el mar Negro, y bajo la atenta mirada de vecinos tan poderosos como Rusia e Irán, acoge un pequeño país no mayor que Andalucía que busca su hueco en la industria MICE internacional. Azerbaiyán está atrayendo la atención de Occidente con patrocinios futbolísticos, grandes eventos como la Fórmula 1 o venues vanguardistas y espectaculares, en especial el Heydar Aliyev Center de Bakú, su capital.
Cuando los jugadores del Atlético de Madrid empezaron a exhibir en su camiseta aquel sugestivo eslogan de ‘Azerbaiyán. Land of Fire’ a finales de 2012, pocos se atrevían a situar en el mapa al destino patrocinador que se paseó por los campos de fútbol de toda España y media Europa durante tres temporadas. Ahora no es que haya muchísimos más, aficionados o no, que hayan mejorado sus conocimientos geográficos, pero al menos el nombre ha dejado de sonar a chino, y no solo por méritos ‘colchoneros’. Bakú, la capital, es sede del Campeonato Mundial de Fórmula 1 desde 2017 con su excitante circuito urbano de 6 km. Gracias a este evento, grandes iconos de la ciudad, como las Flame Towers o el Heydar Aliyev Center, han quedado en la retina millones de personas de los cinco continentes con el rugido de los monoplazas de fondo.
Pero aunque Bakú abrazó la modernidad al calor de los petrodólares que generaba el oro negro —con notables altibajos que han provocado serias crisis económicas, la última hace apenas tres o cuatro años—, el verdadero reclamo turístico está en la Ciudad Vieja, un recinto amurallado que se encuentra en la lista de sitios Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Desde luego, es casi lo primero que se visita porque pasear por sus tranquilas calles, restauradas a conciencia, es ya un placer un sí mismo.
Entre mezquitas, caravasares reconvertidos en restaurantes típicos y tiendas de alfombras, dulces y souvenirs, destaca el gran emblema de la capital y del país: Qiz Qalasi, Maiden’s Tower o Torre de la Doncella, nombre que describe la supuesta impenetrabilidad de esta construcción militar del s. XII. Subir hasta la azotea merece la pena, no solo por seguir, piso a piso, la interesante exposición sobre su historia, sino por la excelente panorámica que se obtiene en lo alto. El otro gran polo de la Ciudad Vieja es el Palacio de los Shirvanshahs, la dinastía que trasladó la capital a Bakú a finales de la Edad Media. Verlo todo bien lleva su tiempo porque, además de las estancias, el mausoleo, la mezquita o las ruinas de la casa de baños, expone numerosas piezas.
Quién no ha pisado la Plaza de las Fuentes seguramente no ha estado en Bakú. Es el lugar donde ocurre todo —o casi todo—, auténtico centro neurálgico de la ciudad, a pocos metros de la parte antigua. Posiblemente, una de cada dos citas se acuerde ante la peculiar escultura en bronce de la niña con el paraguas y el móvil. Es también el punto de partida para descubrir la parte más señorial, con sus avenidas bien delineadas, edificios decimonónicos de porte monumental, bellos bulevares y calles peatonales.
A pesar de ser un país de mayoría chiíta, la presión religiosa se nota poco en la calle, como bien demuestra la indumentaria de las mujeres. El uso del pañuelo para cubrir su cabello no es una costumbre generalizada, ni mucho menos. Tampoco se escucha la insistente cantinela de los muecines tan característica de otros lugares donde está implantado el Islam, y la cerveza Xirdalan se encuentra en cualquier sitio, incluso el vino de producción nacional, aunque el que llega de la vecina Georgia resulte algo más agradable al paladar. Además, viajar en el periodo del Ramadán tampoco representa ningún problema. La mayoría de los restaurantes permanecen abiertos. En Bakú, la vida nocturna no falta y tampoco es raro verse envuelto de repente en un concierto de rock indie sobre la azotea de un edificio ocupado.
REUNIONES Y EVENTOS
Si hay un espacio llamativo y vanguardista para celebrar reuniones y eventos en Bakú, ese es el Heydar Aliyev Center, el edificio diseñado por Zaha Hadid, la reconocida arquitecta de origen iraquí que falleció hace un par de años. Bien mirado, su fisonomía recuerda a un sombrero mejicano, pero admite tantas perspectivas que cada cual se forja su propio paralelismo. Si desde fuera su estampa es irreprochable —realzada además por el extenso parque que le rodea, en una ligera elevación desde la que se domina toda la ciudad—, el interior no deja indiferente a nadie.
El corazón del centro es su despampanante auditorio, un espacio futurista donde los haya, con aforo de 974 personas. Además, cuenta con dos amplios salones de conferencias, varias salas para reuniones más pequeñas, un centro de comunicaciones, un aparcamiento subterráneo y un restaurante-cafetería. En sus nueve pisos de formas caprichosas no se puede encontrar ni una sola línea recta y el conjunto, de un blanco inmaculado y bañado en luz natural, transmite una paz y una tranquilidad próximas a una experiencia zen. Por lo demás, es muy recomendable organizar las reuniones con tiempo para visitar las exposiciones de la zona museística. Entre las permanentes, hay una para recorrer el país entero a través de detalladas maquetas de sus edificios más emblemáticos, tanto los históricos como los modernos.
A pocos metros de él se alza otra de las grandes infraestructuras para la industria MICE: el Baku Congress Center, con apenas tres años de vida, cuya estampa, aunque rabiosamente moderna, resulta mucho menos atrevida que la del Heydar Aliyev. En cualquier caso, se trata un venue de primer nivel, con un equipamiento impecable en el que destaca un monitor de 400 m2 situado en el vestíbulo, que pasa por ser el más grande del mundo. El mayor de sus espacios de conferencias puede acoger hasta 3.500 asistentes y cuenta con 15 salas más de diversos tamaños.
Ya en las afueras, camino del aeropuerto internacional, se alza el Baku Expo Center, inaugurado en 2010, un complejo de 20.000 m2 más orientado a las ferias y distribuido en tres pabellones, además de un majestuoso hall de 4.000 m2. En la misma zona, otro de los grandes es el Baku Crystal Hall, un estadio cubierto que fue levantado para la celebración del Festival de Eurovisión de 2012. Sí, Azerbaiyán había ganado el certamen un año antes con una melosa balada (de la canción de España, mejor ni hablar), otra de las circunstancias que ha favoreció la proyección internacional del destino. La construcción no ha escatimado en medios, sobre todo la iluminación espectacular que envuelve toda su fachada, una de las atracciones nocturnas de la capital azerí.
Con más de dos millones de habitantes, Bakú ofrece más zonas de interés, lógicamente. Una de las más agradables y animadas es el paseo marítimo que bordea la orilla del Caspio, el Bulvar, con su parte de parque urbano, el Milli Park. Cuando el tiempo acompaña, está lleno terrazas, músicos aficionados y paseantes; el típico sitio para pasar la mañana del domingo. No lejos de las plataformas petrolíferas que se divisan en el horizonte se alza la segunda bandera más alta del mundo, otro culto nacionalista para subrayar el orgullo de Azerbaiyán tras su independencia de la Unión Soviética, en 1991.
Entre los venues que se pueden encontrar junto al mar destaca el International Mugham Center, otro exponente de las últimas tendencias arquitectónicas, cuya programación es básicamente musical, pero que se ofrece también a los meeting planners con un auditorio de 350 plazas y un vestíbulo ideal para cócteles y presentaciones. Justo al lado, llama la atención el Museo de la Alfombra, sobre todo porque el edificio tiene literalmente la forma de una de una estas piezas enrolladas. Desde luego, muy original para cualquier evento privado.
MÁS ALLÁ DE BAKÚ
Fuera de Bakú da la sensación de que el desarrollo se detuvo en la metrópoli y no llegó más allá. El contraste entre la moderna y cosmopolita capital azerí —que se percibe desde la misma llegada, en el reluciente aeropuerto internacional— y el resto del país es más que acusado. Aquí emerge una sociedad rural y apacible, anclada en su rutina cotidiana, poblada por hombres de permanente gorra calada y mujeres tan hacendosas como esquivas, llevando una existencia austera y sencilla bajo sus casas con tejado de cuatro aguas, todas tan parecidas entre sí, y ante el continuo tránsito de rebaños de cabras y ovejas absolutamente despreocupadas.
Aquí, el rastro del pasado socialista aún es muy palpable, algo que se aprecia, por ejemplo, en la contundente proporción de Ladas Zhiguli, los resistentes y desfasados utilitarios rusos equivalentes a nuestro Seat 124, que representan aproximadamente la mitad del parque móvil. También en la aparente veneración hacia el expresidente Heydar Aliyev, replicado hasta la saciedad en gigantescos y ubicuos retratos. (La dinastía continúa encarnada en su hijo Ilham desde 2003 después de ganar cuatro elecciones).
Para programar alguna extensión corta, los alrededores de la capital ofrecen dos opciones interesantes. La primera es recorrer la península de Abseron. Paisajísticamente no es como para aparecer en un folleto turístico, aunque tiene buenas playas, pero da una buena idea de ese Azerbaiyán tan dependiente del petróleo y el gas. Lo de “tierra de fuego”, el eslogan utilizado en su promoción exterior, tiene su explicación: en sus tiempos, los hidrocarburos brotaban en esta zona en la misma superficie. Bastaba encender una cerilla para obtener llamas eternas. Y en medio de un paraje tan crudo, una reliquia impagable: el templo de Ateshgah, en Suraxani, construido en el s. XVIII sobre los cimientos de un centro de culto zoroástrico. No quedan muchos sitios así en todo el mundo.
En dirección opuesta, la otra posibilidad es acercarse a los petroglifos del Parque Nacional de Gobustán, a menos de una hora de Bakú, algo así como el Altamira de Azerbaiyán. Los cientos de miles de dibujos tallados en piedra de este importante yacimiento reconocido como Patrimonio de la Humanidad datan de más 12.000 años atrás. Ahí es nada. El centro de interpretación es muy instructivo para recordar nuestra prehistoria y está muy exceletemente montado con todo tipo de recursos interactivos. Unos kilómetros al sur, lo recomendable es calzarse unas buenas botas para acceder a los Volcanes de Barro, con su cieno burbujeante, en medio de un entorno de fascinante desolación.
RUMBO A LAS MONTAÑAS
Sería una lástima hacer un viaje tan largo para quedarse solo en la capital y sus inmediaciones, teniendo a la intrincada y majestuosa cordillera del Gran Cáucaso a tiro de piedra, a unas cuatro horas de Bakú. Para la experiencia en la montaña hay dos itinerarios principales: la que sigue la cadena por el sur, camino de la frontera con Georgia, para desviarse hasta Sheki; y la que bordea el Caspio rumbo a la región rusa de Daguestán, con parada en Quba. Ojo, entre una y otra no hay conexión posible por carretera.
Si se elige la primera, el centro de operaciones es una localidad milenaria que, además de todos los atractivos naturales, ofrece un gran valor histórico, ya que fue una de las ciudades principales del reino de Albania (nada que ver con el país balcánico) y kanato independiente hasta su anexión por el imperio ruso. La antigua Nukha, rebautizada en 1968 como Sheki, conserva bien el recinto amurallado en el que se alza el coqueto palacio Xan Sarayi, cuyo interior está repleto de frescos florales, vidrieras y representaciones de batallitas contra los persas. En el mismo complejo se puede visitar un museo etnográfico y una galería de arte local.
Extramuros se encuentran el pequeño Sheki Xanlarinin, el palacio de invierno, restaurado hace cinco años con sus murales originales y su jardín de rosas, y un magnífico caravasar que actualmente funciona como hotel. A fin de cuentas, Sheki fue una de las paradas de la ruta de las seda entre Bakú, Tiflis y Derbent. Ya en las afueras, en el pueblo de Kis, la visita obligada es la Iglesia Albanesa, el mejor sitio para entrar en la misteriosa memoria de los cristianos que en sus tiempos poblaron casi todo el norte de Azerbaiyán.
Pasando Qax, famosa por su agua mineral embotellada, se llega hasta la Reserva Natural de Ilisu, casi en el borde ruso, desde donde plantearse alguna ruta senderista, como la que acaba en la cascada de Selele, rodeada de picos de más de 3.000 m de altura. A la vuelta se puede parar en la torre de Summaqala para seguir disfrutando de hermosas panorámicas.
La otra alternativa montañera toma a la localidad de Quba como centro de operaciones. Su interés radica básicamente en el barrio judío, que bien merece una detenida incursión entre sus fastuosas mansiones; los edificios gubernamentales del centro, con cierta tendencia a la megalomanía; y el revelador, aunque lógicamente tendencioso, Memorial del Genocidio, abierto hace cuatro años, que recuerda las matanzas cometidas por soldados de Rusia y Armenia en la postrimerías de la I Guerra Mundial. Las relaciones de Azerbaiyán con este último país siguen siendo pésimas. De hecho, técnicamente están en guerra por la disputada región de Nagorno-Karabaj desde los años 90.
Quba es el punto de partida para emborracharse de montaña a base de bien. La ruta hasta Xinaliq, el lugar habitado de mayor altitud, a 2.335 m sobre el mar, es sobrecogedora, con precipicios que quitan el hipo, curvas endiabladas y una extraordinaria colección de cumbres nevadas. Parece mentira que pueda haber vida inteligente en semejantes parajes, pero existe, y de lo más acogedora. El inglés no es que abra muchas puertas aquí —como en casi ningún lugar del país, cuya lengua extranjera de referencia es el ruso—, pero con un guía local es posible compartir mesa, dulces y té con los aldeanos en alguna de sus humildes casas.
Más alejada de la cultura tradicional azerí, la estación de esquí de Shahdag se extiende un poco más abajo, a 1.600 m, para dar satisfacción a los amantes de este deporte con siete remontes mecánicos y dos telecabinas que dan servicio a 17 km de pistas. El desarrollo urbanístico en torno al complejo invernal, con bloques de apartamentos y al menos cuatro hoteles gestionados en buena parte por la multinacional PGI Management, está dando resultados como uno de los principales turísticos del país, con 130.000 visitas en la temporada 2017-2018, un 40% más que en la anterior. El fuego también necesita ser aplacado con algo de nieve.
RECOMENDADOS
FOUR SEASONS *****
Uno de los más lujosos y caros de la capital, en un edificio magnífico por su elegante clasicismo y con una situación envidiable frente al paseo marítimo, a pocos metros de la Ciudad Vieja. Inaugurado en 2012, ofrece 169 habitaciones muy espaciosas y equipadas con excelente mobiliario. La mayoría cuenta con balcón. El espacio para eventos está compuesto por 1.800 m2 repartidos ocho salas que pueden acoger hasta 800 invitados. Destacan también su hamman turco y su piscina interior.
1, Neftchilar Ave. Baku
Tel. +994 12 404 24 24
www.fourseasons.com/baku
JW MARRIOTT ABSHERON *****
Típicamente orientado a la clientela MICE, se encuentra al final de Milli Park, en una de las zonas con más desarrollo de la capital, junto al Port Baku Mall. Cuenta con 243 habitaciones y 13 salones para reuniones y eventos que ocupan una superficie total de 2.000 m2. En el mayor de ellos pueden entrar hasta un millar de personas. Con piscina, spa y fitness center, además de varios restaurantes y bares, entre otros servicios.
674, Azadliq Square. Baku
Tel. +994 12 499 88 88
www.marriott.com
FAIRMONT BAKU *****
Ocupa una de las tres Flame Towers, los rascacielos más altos de Bakú, imagen simbólica de la ciudad por sus armoniosas curvas en forma de llama y por la iluminación dinámica que generan sus miles y miles de leds, visibles desde cualquier rincón. Aunque no se alojen en él, muchos turistas acuden a visitarlo, accediendo en funicular a esta parte elevada de la ciudad. Hablando de sus instalaciones, también impresiona por dentro, sobre todo el vestíbulo. Dispone de 318 habitaciones, incluidos 19 apartamentos. Entre sus 2.500 m2 para reuniones incluye dos ballrooms, 9 salas, un centro de negocios y espacios exteriores.
1A, Mehdi Huseyn
Tel. + 994 12 565 48 48
www.fairmont.com/baku
SHEKI PALACE ****
De lo mejor que se puede encontrar en Sheki, a tenor de los estándares occidentales, aunque con fuerte sabor local en su decoración. Preeminentemente situado en la parte antigua de la ciudad, cerca del palacio Xan Sarayi y del hotel Karavanseray. Con spa, piscina y gimnasio, además de un restaurante-cenador acristalado, bien surtido de comida azerí, que suele tener animación nocturna.
Mirza Fatali Akhundzada. Sheki
Tel. +994 24 244 90 44
shekipalacehotel.business.site
MACARA VILLAGE RESORT
Vale la pena alejarse un poco de la ciudad de Quba para instalarse en este pequeño y coqueto resort abierto este mismo año a orillas de un lago. Tranquilo, bien equipado y con un equipo muy servicial, empezando por el director, siempre al pie del cañón. Dispone de habitaciones confortables y bien integradas en el entorno natural, un estupendo punto de partida para hacer excursiones por la zona.
Nugadi Village Road. Quba
En todo el país, los restaurantes acostumbran a habilitar espacios privados para disfrutar de la gastronomía en completa intimidad. El producto estrella es el kebab, que aquí se entiende como una parrillada, normalmente de cordero, ternera o pollo. El acompañamiento es a base de verduras y ensaladas que sirven en pequeños platos para compartir que se cobran aparte. También es muy popular la dolma, una hoja de parra rellena de arroz, cebolla, carne picada, cebolla y distintas especias. El desayuno típico se compone de queso, pan, mantequilla, miel, huevos duros, aceitunas negras y té a raudales.
Sheki es famosa además por sus exquisitos dulces, que se pueden encontrar en numerosas tiendas especializadas, y por el piti, un cocido hipercalórico con una bola de carne de cordero desmigajada y mezclada en su propia grasa en recipiente de barro, todo con su ritual preparatorio. El del restaurante Çalabi Xan es delicioso.
Bakú ofrece un sinfín de posibilidades gastronómicas, tanto locales, como turcas, georgianas, indias, rusas, asiáticas y europeas. Uno de los establecimientos más recomendables por relación calidad-precio es el Kafe Araz, en la misma plaza de la Fuentes, tan sencillo como práctico. En la Ciudad Vieja, destacan dos históricos caravasares reconvertidos, el Mugam Club y el Karvansaray Restaurant, con todos los ingredientes decorativos y ambientales cocinados al gusto del turista internacional. En Central Baku, las opciones azeríes pasan por el Fayton Club, con música en vivo por la tarde-noche, o el Art Restoran, más barato y abierto las 24h.