La joven políglota zaragozana Myriam Forbes trabaja en Suecia como gerente de proyectos de localización para una empresa francesa de desarrollo de videojuegos. Entre otros aspectos, se muestra contenta con la diplomacia, la perspectiva de género, la conciliación y el respeto que emana de la sociedad sueca, pese a que también hay sombras, como el duro clima invernal.
TEXTO Á. MARTÍN
Haber vivido en ciudades como Zaragoza, Madrid y la francesa Lylle resulta un buen bagaje cosmopolita para acabar recalando en una ciudad como Malmö, una localidad de tamaño más bien pequeño ubicada en Suecia. Si además hablas español, inglés, francés y chino, mejor todavía. Lo peculiar es que, socialmente, Miryam Forbes se halla insertada desde el año 2020 en la sociedad sueca, pero laboralmente trabaja para una compañía francesa, ya que su compañía, Massive Enterteinment, pertenece a la gala Ubisoft.
¿Y qué ha llevado a esta maña a la fría Suecia? Los videojuegos: Myriam es gerente de proyectos de localización, un puesto que supone desde traducir un juego a diferentes idiomas hasta garantizar el audio, la interfaz de usuario y la actuación de la voz, de manera que esté localizada para cada región en la que esté disponible el producto.
Myriam está más que formada, con un grado en Traducción y Comunicación Intercultural por la Universidad de Zaragoza y un máster en Inteligencia Emocional Multidisciplinar y Sistémica. No obstante, la formación nunca se detiene por el campo en el que se mueve. Las habilidades vienen a menudo de la práctica y el trabajo del día a día en un entorno dinámico, joven y multicultural.
Hay que reconocer que Suecia no es un país muy conocido para los españoles, por lo que las perspectivas son más bien difusas, algo que atestigua Myriam. «Realmente nunca había sido un país que me llamase la atención. La imagen que tenía antes de llegar aquí era la del frío, con gente seria y distante, pero muy abierta a nuevas perspectivas». Luego está la peculiaridad de la ciudad donde reside. «Con respecto a Malmö, la imagen con la que llegué era incluso peor. Durante las entrevistas de trabajo para optar a mi puesto actual me la pintaron bastante mal: pequeña, con alto porcentaje de personas a favor de partidos nacionalistas —un dato importante para una mujer negra como yo—, sin mucho que hacer y donde en los meses invierno está todo oscuro a las tres de la tarde».
Aunque las perspectivas no eran muy halagüeñas, siempre acaba brillando el sol. «La realidad es que Malmö es una ciudad maravillosa. Durante el verano tenemos una temperatura perfecta, porque llegamos a los 30 grados como máximo». Otra cosa es la época invernal. «El invierno… puede ser duro. Después de la nieve y las luces de Navidad en diciembre, llega un largo periodo de no ver el sol durante unos meses», reconoce Myriam.
Pese a ello, hay aspectos que suplen todas las incomodidades, especialmente lo que respecta al lado humano. «La gente aquí es bastante creativa y busca formas de pasar las tardes después del trabajo: hacer deporte, quedar con amigos o familia para hacer maratón de películas, probar un hobby nuevo, etc.». Además, en cuestiones sociales se notan las diferencias. «Como ciudadanos deberíamos aprender de su visión y progreso en temas de igualdad de género y respeto a los demás. Los suecos son muy diplomáticos y evitarán el conflicto buscando una solución que agrade a todas las partes afectadas», explica.
RELACIONES LABORALES
Esto también afecta a las relaciones laborales. «Los suecos son muy agradables y, aunque siempre está bien conocer el idioma del país al que te mudas, no te hace falta si no trabajas en sueco. La mayoría de la gente habla inglés». Ella, que proviene del mundo de la traducción y la interpretación está más que preparada.
No obstante, los inicios son siempre duros para los expatriados, por múltiples razones. «Mi experiencia fue especial, porque llegué durante la pandemia y encima en invierno, en diciembre concretamente. Aparecer de pronto en un país diferente, sola, donde amanece a las 8:30 y anochece a las 15:30, y en un momento en el que no puedes conocer a tus nuevos compañeros de trabajo en persona, desde luego no parece el mejor escenario». Lo bueno es que, una vez todo volvió a la normalidad, la adaptación fue rápida.
El trabajo en Suecia difiere mucho del de España, y no precisamente por la cuantía de los salarios. Es una cuestión de cultura y de relaciones laborales. «Por lo que he visto hasta ahora, en general la cultura empresarial en Suecia tiene una jerarquía horizontal. Aquí se le da muchísima importancia a los sindicatos de trabajadores y el ritmo de trabajo es más calmado que en España». Sobre todo —incide—, «el trabajador y sus condiciones son muy importantes. Algo que deberíamos aprender de los suecos a nivel profesional es preocuparnos más por la salud mental de los empleados y respetar las jornadas laborales. Aquí, si viene tu jefe y te pregunta si puedes quedarte un par de horas más a terminar una cosa y dices que no, no te penalizan ni lo consideran una falta de interés por el trabajo. Lo aceptan y no pasa nada, se sigue mañana». La asistencia presencial no es tan importe, especialmente en el sector de las tecnologías donde trabaja Myriam, en el que lo habitual es el modelo híbrido, con tres días en la oficina y dos en casa, por ejemplo.
UNA CIUDAD DIFERENTE
Myriam, que normalmente vuela con Norwegian o Iberia y suele usar Skyscanner en su móvil, está contenta con su vida en Malmö, una ciudad con algunos puntos fuertes y otros, no tanto: «Es una ciudad muy multicultural, tranquila, no necesitas coche porque el transporte público es excelente. Además, es pequeña y la gente es muy agradable. Es un lugar que está apostando fuerte por la industria tecnológica y, lo más importante para mí, el salario y calidad de vida son mejores que lo que experimenté tras seis años viviendo en Madrid. Es cierto que la comida y el ocio son más caros aquí, pero el salario también lo es. Además, el precio del alquiler es muy similar al madrileño». Pero, ¿algo malo habrá? «La falta de sol en invierno (risas)».
Finalmente, a la hora de comparar con España, lo tiene claro: «Echo de menos poder pasar más tiempo con mi familia y amigos… y el sol en invierno. No echo de menos el ritmo de trabajo, la falta de atención a las condiciones de los empleados y la precariedad laboral». Y para aquellos preocupados por nuestra imagen exterior, tranquilidad: «Somos más conocidos por la fiesta, la alegría y la vitalidad que desprendemos en nuestras interacciones sociales que por la calidad de nuestro trabajo. Pero la visión que tienen sobre nosotros es bastante buena», destaca. No está mal.