RABAT. Exotismo tranquilo

RABAT. Exotismo tranquilo

TEXTO Y FOTOS FERNANDO SAGASETA

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Torre Mohamed VI
Torre Mohamed VI

Aunque la capital marroquí no ofrece deslumbrantes atracciones turísticas de las que hacen gala, por ejemplo, las grandes ciudades imperiales, Rabat compensa esta circunstancia con un ambiente muy agradable y un encanto especial, con alicientes como la playa y el paseo a lo largo del río Bu Regreg, una medina de corte más mediterráneo, a pesar de mirar hacia el Atlántico, monumentos históricos de indudable interés y un aire moderno, con grandes avenidas, limpias y flanqueadas por palmeras, sin el ruido y el tráfico de la cercana Casablanca. Una opción más que interesante para la actividad MICE.

Precisamente en su aire algo provinciano reside su capacidad de seducción. Las distancias se resuelven en la mayoría de los casos a pie, aunque hay dos líneas de tranvía que vienen bien para alcanzar los puntos más alejados. Los kilómetros de murallas le aportan además un aspecto de lo más señorial. En el interior de ellas, toda la zona peatonal de la medina luce con orgullo el luminoso blanco de sus fachadas encaladas, a lo largo de calles bien alineadas, sin los agobios típicos de los zocos que tanto atraen a los turistas ávidos de la ganga y el regateo, y sin perder un ápice de su fuerte sabor local.

Uno de los proyectos estrella es la integración con Salé, al otro lado del estuario. Aunque existe un puente que une ambos márgenes, lo cierto es que su ciudad hermana es otro mundo. Con mayor carácter islámico, este enclave acogió, al igual que Rabat, a los moriscos que fueron expulsados de España a principios del siglo XVII. Ambas sufrieron innumerables ataques de las flotas europeas por su afición a financiar la piratería. La diferencia es que Salé se convirtió en república independiente en 1619 por obra de antiguos corsarios. Bajo su mando la prosperidad aumentó significativamente y se mantuvo durante dos siglos gracias al saqueo de barcos, su participación en el mercado de esclavos y una política de aranceles y derechos de atraque francamente confiscatoria. Su fama incluso se vertió en la literatura de la época, sin ir más lejos en Robinson Crusoe, la célebre novela de Daniel Defoe.

MIRANDO AL FUTURO

El caso es que, hoy por hoy, los esfuerzos del Ayuntamiento y del Gobierno central se dirigen a reforzar el tejido logístico a ambos lados del río Bu Regreg para darle mayor entidad a la capital. Precisamente, uno de los detalles que llaman la atención del visitante es la gran profusión de grúas. Cuando todo el proyecto esté acabado —aunque parece que va para largo—, la parte izquierda del río va a ampliar la zona de paseo e integrarse de forma más natural con la pequeña playa, así como formar un conjunto armónico con la otra margen fluvial.

Imposible elevar la vista sin tropezar con la lejana estampa de la Torre Mohamed VI, convertida desde su concepción en el techo de África. El icónico rascacielos, con sus 250 metros de altura, se divisa en 50 kilómetros a la redonda y es obra del arquitecto español Rafael de la Hoz Castanys, en colaboración con su colega marroquí Hakim Benjelloun. Las autoridades competentes han decidido convertirla en el símbolo del nuevo Marruecos, moderno y sostenible. No en vano, el edificio cumple los más exigentes estándares internacionales, con metros y metros de paneles fotovoltaicos, sistemas de ventilación natural, reciclaje de agua de lluvia y una eficiencia energética a la última.

A la torre le queda poco para estar acabada. Además de las oficinas y los apartamentos de lujo, también tendrá uso hotelero e incluye una estupenda terraza-mirador en la cima. Seguramente albergará también importantes espacios para eventos. Según sus propios autores, su estilo es de carácter «afrofuturista» y está inspirado de alguna manera en el reino de Wakanda que aparece en la película de superhéroes Black Panther. Desde fuera, el edificio tiene toda la pinta de un cohete a punto de despegar. Su silueta se hace más evidente al estar en una zona en desarrollo, con campo alrededor. La Unesco ha criticado su situación tan cercana al río, aunque cuenta con todos los protocolos de seguridad frente a posibles crecidas.

La ubicación tiene su sentido, al formar parte del proyecto de desarrollo del valle de Bu Regreg, que a su vez está integrado en el plan «Rabat, Ciudad de la Luz», que afecta también a la Casa de las Artes y la Cultura y al Gran Teatro, muy cerca del rascacielos, otro de los exponentes del Marruecos más vanguardista y avanzado, obra de la mismísima Zaha Hadid, que falleció antes de verlo terminado. Su legado pasó a manos del marroquí Omar Alaoui, quien ha respetado al máximo su espíritu original.

ESPACIOS PARA REUNIONES

El teatro es, sin lugar a dudas, el venue más asombroso de la ciudad y seguramente del país. Parece enteramente una nave espacial posada a orillas del río. Sus líneas de diseño, con esas curvas pronunciadas que crean espacios tan originales, ocupan nada menos que 27.000 m  2 en un complejo de 47.000. El auditorio principal, con una acústica irreprochable, alberga 1.800 butacas y cuenta con otro de 500 plazas. En los exteriores hay un anfiteatro que puede acoger hasta 7.000 personas en medio de espacios verdes y estanques. El conjunto se completa con salas de reuniones, aparcamientos y un restaurante con excelentes vistas al valle y a la casba de los Udayas. Pasado y futuro unidos a tiro de piedra.

La actividad MICE en Rabat se desarrolla en gran medida en los hoteles. Por citar algunos ejemplos con más capacidad, ahí están el Marriott, cerca del Jardín Botánico, que cuenta con 2.000 m2 distribuidos en 11 salas, la mayor de ellas para 1.000 invitados; el Conrad Rabat Arzana, en la costa de Temara, a unos 15 km al sur de la capital, con 1.250 m2 y 7 salas, la mayor para 120 personas; el Fairmont La Marina, en Salé, con 9 salones, el mayor de ellos de 415 m2; el Tour Hassan Palace, como su nombre indica, todo un palacio de principios del siglo pasado en el corazón de la capital, dotado con 5 elegantes salas, entre ellas una de 560 m2; el Dawliz Art & Spa, frente al Gran Teatro, que cuenta con un espacio expositivo de 300 m2 y 4 salones, el más grande para 400 personas en formato teatro; Le Diwan Rabat-MGallery, con 4 salas, la mayor de 120 m2; el Ritz-Carlton, en la zona de Dar Es Salam, donde está el campo de golf, el centro ecuestre y el palacio real de Mohamed VI, con 6 salas que suman 2.700 m2; o el Sofitel Jardin des Roses, que acoge 8 salas, la mayor de 965 m2, divisible en dos.

El espacio más específico para la celebración de congresos y convenciones es el Palais des Congrès Le Bouregreg, junto al bosque de Ain Houla, en uno de los accesos a la ciudad desde la carretera que va a Mequinez y Fez. Le Riad es su auditorio de mayores proporciones. Puede acoger a unos 1.200 participantes. También cuenta con los salones Les Oudayas, para 400 participantes en montaje de teatro, Le Walili (208), Le Lixus (240), Rabat (450), Salé (400), dotado con una terraza panorámica, y La Palmeraie (200). Además, dispone de seis salas de unos 60 m 2 cada una y otros espacios para celebrar banquetes, como Le Chellah (260 comensales) y Marrakech (150). Opciones no faltan.

El otro palacio de congresos está algo más alejado, en la zona de Sjirat, a unos 25 kilómetros hacia el sur. Se trata del Centro Internacional de Conferencias Mohamed VI, integrado en el complejo Amphitrite Palace, un resort de influencia mediterránea y andaluza que se nutre de los grupos que llegan tanto desde Rabat como de Casablanca, al encontrarse a medio camino entre ambas ciudades.

El gran hall es un espacio polivalente para todo tipo de eventos, desde exposiciones y cócteles, hasta presentaciones o ferias de pequeño tamaño. El núcleo es el auditorio, con un aforo de 528 personas, dos palcos, tres pantallas y un escenario de 200 m 2. Por su parte, el salón para banquetes dispone de unos 620 m 2, divisibles en tres. Aquí se pueden celebrar cenas para 500 invitados, cócteles para 1.000 o conferencias para 850 en montaje de teatro. El centro está dotado además con dos salas de 240 m 2, que se pueden convertir en cinco si lo requieren las circunstancias.

LOS ENCANTOS DE LA CAPITAL

Al igual que otras ciudades marroquíes, las murallas confieren una enorme personalidad a Rabat. En este caso se trata de construcciones más abiertas y muy alargadas. Las Almohades, que arrancan junto al mar, desde el increíble cementerio de Al Shouhada —y sus 10.000 coloridas tumbas— se suceden durante más de 5 kilómetros, hasta las inmediaciones del palacio real, dejando a un lado los barrios más residenciales, como Océan o Les Orangers. Por su parte, las Andalusíes escudan el Boulevard Hasan II desde Bab El Had, la puerta que da acceso a la medina desde el suroeste. Entre sus dos torreones aún se exhibían en pleno siglo XIX las cabezas de los rebeldes ajusticiados.

Uno de los puntos de mayor atracción turística de la capital es la casba de los Udaya, la pintoresca fortaleza subida a un promontorio sobre la desembocadura del río, dominando la entrada del puerto. Aunque no queda rastro de la fortaleza almorávide, esta ciudadela histórica es la leyenda viva de la ciudad, repleta de casas encaladas y rematadas en añil que hoy en día han visto florecer tiendas de artesanía y cafetines, entre balcones naturales que ofrecen espléndidas vistas, sobre todo las del Café Maure. Una visita muy relajante que recuerda un poco al barrio granadino del Albaicín, en especial cuando se llega a los Jardines Andaluces.

Aquí vale la pena admirar Bab el Udaya, uno de los máximos exponentes del arte almohade en la ciudad, con sus arcos donde se representan serpientes, una rareza zoomorfa para la tradición árabe ; pasar por la mezquita de El Atiqa, la más antigua de la capital ; bajar por la calle Laalami hasta el balcón, a los pies de la Torre de los Piratas, para contemplar una bonita panorámica ; o visitar el Museo de los Udaya, en el antiguo palacio de Mulay Ismaíl, con vajillas, cerámica, brocados, instrumentos musicales, alfombras y coranes manuscritos antiquísimos.

Otro de los polos imprescindibles es la explanada donde se alza la Torre Hasán, quizá el monumento más conocido de la ciudad, que en origen fue el alminar de una gran mezquita llamada a representar el símbolo del poder del imperio almohade. El fallecimiento prematuro de su promotor a finales del siglo XII y un terremoto en 1755 frustraron el proyecto de encarnar el mayor templo del mundo musulmán. Hoy apenas quedan unas cuantas columnas. Deambulando entre ellas se pueden imaginar las proporciones que debió de tener aquello. Ojo, «hasán» no es un nombre propio, sino el adjetivo que significa «hermoso» en árabe, una referencia al lugar donde se encuentra la torre, que es gemela de la Giralda de Sevilla y del minarete de la Kutubía, en Marrakech, aunque más baja.

En el mismo recinto se encuentra el Mausoleo de Mohamed V, artífice de la independencia marroquí y abuelo del actual monarca, un refinado edificio de los años setenta del pasado siglo, obra de un arquitecto vietnamita. Curioso. Además del exterior de mármol italiano, deslumbra la decoración interior, con bellos motivos geométricos y caligrafías bajo una imponente bóveda de caoba y vidrio que arropa al sarcófago. En un extremo se hallan también los de sus hijos Mulay Abdallah y Hasán II, el anterior rey. Un imán recita oraciones las 24 horas del día. Frente a la mezquita anexa, en 2019 se celebró el recibimiento al papa Francisco.

Los amantes de los museos tienen que saber que su día de cierre son los martes, no los lunes, como ocurre en otros países. Entre las opciones de Rabat, la más evidente es el Museo de la Historia y de las Civilizaciones, con interesantes piezas de la prehistoria, el periodo romano y la Edad Media. Lo más valioso son los bronces antiguos procedentes en su mayoría de las ruinas de Volúbilis. Muy cerca está el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo, con sus llamativas esculturas ante la entrada. También resulta curioso el Museo de la Moneda.

En plan arqueológico, otro de los tesoros de la capital es la necrópolis de Chellah, a unos 2 kilómetros del centro, en un lugar solitario de abundante vegetación y rodeada de recios muros. La ciudad romana citada como Sala Colonia por Ptolomeo y ocupada también por fenicios y cartagineses, dio lugar en el siglo XIII a un cementerio de los sultanes benimeríes. Entre lápidas y morabitos, aún quedan restos de la antigua mezquita, el santuario, el estanque, la madraza y un oratorio donde, según la tradición, rezó Mahoma. Ahora las verdaderas dueñas del lugar son las cigüeñas. •

RECOMENDADOS

RABAT HOTEL
Llama la atención sobre todo el impresionante atrio alrededor del cual se distribuyen sus habitaciones, decoradas en estilo art dèco, en siete alturas. Equidistante de la medina y del distrito financiero, es una buena opción por su ubicación y por su categoría. Además, cuenta con spa, piscina climatizada, un bar irlandés y dos restaurantes, uno internacional y otro marroquí.

21, Avenue Chellah
Tel. +212 5377 00071
www.hotelrabat.ma

LA TOUR HASSAN PALACE
Muy cerca del anterior, aunque de estilo mucho más tradicional. De hecho ocupa un antiguo palacio de 1912 con un amplio patio y un estanque, un oasis urbano de lo más agradable que muestra todo el esplendor de la arquitectura clásica marroquí. Muy orientado al segmento MICE, cuenta con varios salones para seminarios y conferencias, así como espacios para banquetes y cenas de gala. Además, ofrece hasta seis espacios gastronómicos lujosamente decorados.

26, Avenue Chellah
Tel. +212 5372 39000
tourhassanpalace.com


FAIRMONT LA MARINA

Asomado frente a la ribera del río Bu Regreg, en el lado de Salé, este moderno complejo de nueva construcción perteneciente al grupo Accor cuenta con 274 habitaciones muy espaciosas, entres ellas 27 suites y 88 apartamentos. Dispone además de 9 salas reuniones para acoger hasta 350 participantes. La manutención está cubierta por tres restaurantes y cuenta con piscina, gimansio y spa.

La Marina, Avenue de Fes. Salé
Tel. +212 5378 20800
all.accor.com

RABAT MARRIOTT

Muy cerca del palacio real, transmite ese aire de grandeza de las ciudades imperiales. Sus 188 habitaciones combinan el diseño moderno con un toque morisco. Por supuesto, tiene todas las comodidades de un hotel de su categoría, incluida la piscina exterior, el fitness center o el spa, y con el exclusivo MClub. También cuatro restaurantes para contentar a todos los gustos. En cuanto a espacios para reuniones, ofrece un total de 11 salones, que ocupan unos 2.000 m2 y pueden acoger a un millar de invitados.

Avenue Inaouin. Agdal.
Tel. +212 5372 26600
www.marriott.com

LE DHOW
Es ya todo un icono de la ciudad, en un barco árabe tradicional atracado junto a la desembocadura del río, abierto todos los días de la semana, como si fuera una atracción. Con comida marroquí de calidad aceptable, da mucho juego para pequeños grupos en alguna de sus tres zonas de restauración, la principal de ellas en el puente al aire libre. También es un sitio para tomar una copa en plan lounge y disfrutar de su variado programa de actuaciones en directo, incluso para organizar actividades de team building.

Av. Al Marsa
Tel. +212 05377 02302
ledhow.com

DAR ZAKI

Uno de los mejores restaurantes que se pueden encontrar dentro de la medina. Por supuesto, con auténtica y rica gastronomía marroquí, y bendecido mayoritariamente por los comentarios en Tripadvisors. Cuscús, tajine, harira, pastela, kefta, méchoiu… Todo está bueno y el servicio resulta de lo más agradable y familiar.

232, rue Moulay Brahim
Tel. +212 6669 55920
darzaki.com

LE BISTROT DU PIETRI

En una ciudad llena de restaurantes franceses, este es uno de los más destacados, aunque tiene platos de la cocina internacional, clásicos marroquíes y algunos vegetarianos. Se encuentra cerca del Museo de Arte Moderno y a veces programa música en vivo, sobre todo jazz y fusión. También tiene una tertulia literaria una vez al mes. Con ambiente cosmopolita y terraza al aire libre.

4, rue Tobrouk
Tel. +212 5377-07820
lebistrotdupietri.com