
Henkuai es una de las consultoras más importantes para los negocios entre España y China, con una experiencia de más de 10 años. Su director general, Carlos Sentís, se apasiona con la idea de generar oportunidades para mejorar el mundo que sean al mismo tiempo rentables para las empresas o, dicho de otra forma, utilizar los recursos de las organizaciones de manera más eficiente para ayudar a más personas. Una de las vías es el turismo. Por eso, Henkuai ha creado un concepto denominado Impact Tourism, cuyo objetivo es conseguir que los viajeros aporten valor a los destinos y a las comunidades locales, reduciendo la pobreza y el impacto medioambiental.
NATALIA ROS / FERNANDO SAGASETA
¿Cómo prepararse para los viajes de trabajo?
La combinación de tecnología y salud es lo que nos va a permitir seguir adelante. Están surgiendo y van a surgir más startups que se dediquen a ello, controles más rápidos, etc. Hay una oportunidad de negocio grande para facilitar las gestiones necesarias para el viaje, como pedir cita para ponerse una vacuna, obtener un pasaporte sanitario, acceder a la información necesaria en destino, etc.
Muchos viajes de negocios se van a evitar en la medida en que se puedan resolver con reuniones virtuales. La tecnología para videollamadas va a mejorar mucho. Ahora es un poco primitiva, porque no ha cambiado mucho en los últimos años. Con el 5G va a haber una comunicación muy rápida y eficiente. Ya estábamos en un periodo de cambio con la irrupción de la realidad virtual, de los chatbots, del internet de las cosas, la robótica, etc.
Antes de toda esta crisis ya se hablaba de una disrupción que va a cambiar el 40% del mercado de trabajo. En los próximos 20 años puede que se produzcan más transformaciones que en los últimos tres siglos. Lo más importante es la flexibilidad y la capacidad de adaptación a las nuevas circunstancias. Es un error pensar como industria si vamos a recuperar o no la parte del pastel de la economía que teníamos antes de la crisis. La cuestión es qué podemos hacer para aportar valor a la sociedad y al mercado en estas nuevas circunstancias. Habrá nuevas necesidades y, desde luego, dudo de que vayamos a dejar de viajar.
Espero que la nueva economía cambie de modelo y, en lugar de empresas que obtienen ganancias con actividades que no son tan necesarias y luego invierten parte de sus ganancias en políticas de RSC, haya empresas que aporten beneficios directos a la sociedad y que sean rentables. En turismo esta función es muy clara. Se puede ganar dinero ayudando a los demás.
¿Qué medidas se han revelado esenciales hasta la llegada de la vacuna, según la experiencia china?
En primer lugar, hay que advertir de que no hay una receta mágica y de que China no ha resuelto la crisis por completo. Sí es cierto que hay algunas medidas que se han revelado efectivas y que quizá en España no se han adoptado con la misma decisión. Por una parte, las mascarillas. En nuestro país ha habido muchos mensajes erráticos, falta de información y, en ocasiones, desinformación voluntaria por parte del Gobierno que se ha transmitido a los medios de comunicación. Cuando en China, Corea o Japón las mascarillas se estaban utilizando de forma masiva y obligada, en España y muchos sitios de Europa se decía que no eran útiles. Ahora, sin embargo, te pueden poner una multa por no llevarla.
La falta de claridad ha afectado mucho también a la situación económica. En China tomaron decisiones drásticas desde el principio. Entonces no tenían referentes y tuvieron la valentía de poner en cuarentena a una ciudad con millones de habitantes. Ellos siguieron siempre con la misma línea de control. Ahora, en China están volviendo a la normalidad con toda la rapidez posible, pero también con prudencia. Falta mucho camino por recorrer.
La lección fundamental que podemos aprender de ellos es el empleo de la tecnología y la colaboración público-privada. Ha ocurrido con grandes consorcios del país, como Alibaba o Tencent, la empresa madre de Wechat, entre otras muchas, que trabajaron estrechamente con el Gobierno. Por ejemplo para desarrollar la aplicación del pasaporte sanitario con los códigos de color, que ha dado muy buenos resultados.
¿Qué hábitos relativos a la movilidad permanecerán cuando pase la crisis?
Dependerá mucho de la evolución. Cuando en China apenas había ya casos, el cierre de fronteras se mantuvo de forma drástica. Lo que parece claro es que el uso de mascarillas será obligatorio. Desde luego, habrá más cuarentenas si se producen nuevos brotes. Con la aparición de nuevos casos se están dividiendo algunas zonas por nivel de riesgo. De la misma forma que las personas tienen su color con la aplicación del pasaporte sanitario, ciertas zonas también. Los protocolos de cuarentena para los extranjeros complican enormemente los viajes de negocios. Hay muchos controles en todos los sentidos, desde las tomas de temperaturas, hasta las mamparas de metacrilato por todos los lados, la desinfección continua o los test previos al viaje para acceder a los aeropuertos.
Todas las soluciones son incómodas, son caras y a veces difíciles de implantar, pero no queda otra hasta que haya una vacuna o un tratamiento realmente efectivo. Lo que sí es cierto es que en algún momento llegará la cura y que todas estas adaptaciones que estamos realizando para vivir en la llamada ‘nueva normalidad’ volverán a cambiar cuando todo esté controlado. Puede que haya otra pandemia dentro de dos años, o de diez o de treinta. Veremos.
¿Cuáles son las diferencias que marcan el modelo social y político en China en comparación con el nuestro?
Hay muchas diferencias. Todos los países, ante una emergencia sanitaria o económica, son proclives a centralizar el poder, que es justamente lo que criticamos del modelo chino. De hecho, en los primeros momentos de la pandemia la decisión de poner a millones de personas en cuarentena se recibió como una muestra más de su autoritarismo, cuando luego todos han hecho lo mismo. China es una sociedad mucho más colectivista y defensora de su patria, con un poder central más fuerte. Las decisiones se implantan rápidamente gracias a su gran capilaridad. La sociedad en sí es mucho más obediente. No es que yo defienda el modelo chino, pero en este caso es un hecho su capacidad de respuesta, para bien o para mal.
En el modelo occidental, con el contrapeso de poderes, a veces ocurre que cada uno hace la batalla por su lado. China ha funcionado muy bien a nivel productivo en los últimos años. Cuando se critica la falta de libertad, que es cierta, a veces no se tiene en cuenta que la propia ciudadanía acepta mayoritariamente ese modelo. Les preocupa mucho la salud, el crecimiento económico, y menos si pueden acceder a las redes sociales occidentales, que están bloqueadas allí. Aquí los políticos tienen una visión más cortoplacista, enfocada a las siguientes elecciones, y menos estratégica. Pese a todo, considero una auténtica bendición vivir en una democracia como la que tenemos y las libertades que tenemos.
¿Cómo se ha resuelto allí el debate sobre la privacidad?
No ha habido ningún debate. La censura ha actuado con algunas informaciones y los chinos se han quejado, pero allí el control habitual es mucho mayor. Las aplicaciones están monitorizadas por el poder y los ciudadanos lo saben. También tienen consorcios gigantes de internet que tienen los datos de todos. En cada esquina hay una cámara de seguridad. Puede ser agobiante… En una crisis como la de coronavirus, esto ha venido bien para hacer una trazabilidad de la enfermedad. Las democracias se están implantando procedimientos similares. El debate entre la salud, la seguridad y la libertad viene desde el 11S. Estamos viendo cómo perdemos libertades y derechos cada día, posiblemente de forma irreversible. Es verdad que en China ya estaban muy controlados, pero en Occidente cada vez lo estamos más, aunque a veces no nos demos cuenta.
¿Hasta qué punto son trasladables al ámbito occidental sus recetas frente a las situaciones de emergencia?
Prácticamente todas. Las que no se implementan es por falta de capacidad, de decisión o de interés partidista. Las cuarentenas, las intervenciones, la obligatoriedad de las mascarillas, etc. Reaccionaron tarde, pero cuando fueron conscientes del gran problema, lo hicieron con toda contundencia. Lo que es inexplicable es que en Europa no se actuase de la misma manera, cuando sabíamos que venía. Aunque la OMS daba reiterados avisos, de que el Gobierno chino también advertía del peligro, seguimos tranquilos pensando que era un problema de ellos, y además merecido. Si se hubiesen dedicado recursos antes, la magnitud de la pandemia y de sus efectos sobre la salud y la economía no habrían sido tan devastadores. Estamos buscando siempre responsabilidades ajenas y eso no es forma de afrontar la realidad.
¿Cómo cree que van a evolucionar las relaciones comerciales entre España y China a medio plazo?
Es muy difícil de prever. Todo esto ha suscitado un movimiento antiglobalización para que cada país produzca en la medida de sus posibilidades lo que necesite, para no depender tanto del exterior. El mensaje de Donald Trump de ‘America first’ va en esta línea. Pero vivimos en un mundo muy globalizado, y este hecho ha ayudado al desarrollo. No creo que el pensamiento populista y el rechazo al multilateralismo se impongan. Entre España y China seguirá habiendo un comercio intenso a pesar de los intentos de Estados Unidos por atraer a Europa con más fuerza hacia su órbita económica. Durante un tiempo este país asumió el rol de líder del mundo libre, pero con esta crisis ha imperado el ‘sálvese quien pueda’. El enfrentamiento entre EEUU y China va a marcar mucho la geopolítica mundial en los próximos años en todos los aspectos. La guerra comercial y tecnológica es solo la primera fase.
De alguna forma se está cuestionando que todo se fabrique en China. ¿Cree que los países van a reformular su modelo productivo?
China sigue siendo el país mejor preparado del planeta para producir, con una diferencia abismal. La calidad, la tecnología, la logística que tienen es inigualable. El problema empieza a ser el precio. La mano de obra cada vez es más cara. Las campañas mundiales de desconfianza hacia China —como que hacen espionaje industrial desde los componentes de los móviles y cosas de ese tipo—, le están haciendo mucho daño y hay países que se plantean reforzar la producción local. La propia Unión Europea ha señalado a China como competidor estratégico. En cualquier caso, para muchísimos productos seguirán siendo necesarios. Su nivel de desarrollo tecnológico es impresionante. Tienen a millones de personas desarrollando proyectos. No vamos a poder alcanzarles en eficiencia productiva.
Mirando al futuro, ¿cuál es su recomendación?
Hemos vivido esta pandemia con mucha intensidad y mucha angustia pero, analizándola con perspectiva, nos daremos cuenta de que se trata de un periodo pequeño. Es bueno aprovechar estos momentos para hacer cosas que son difíciles de abordar en otras ocasiones y estar lo mejor preparados posible. Mi recomendación para el sector es pensar en cómo podemos adaptarnos y qué cosas podemos cambiar, más que obsesionarnos con recuperar la cuota que teníamos antes. Qué puedo hacer como individuo y como empresa para adaptarme e innovar, para salir con un mejor producto, un mejor servicio, una mejor oferta, en definitiva, un mayor valor para el cliente.