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Toronto / SERGIO JIMÉNEZ

«Canadá es, con diferencia, el país más acogedor que conozco»

Músculo financiero, área industrial y tecnológica, vida universitaria, importancia cultural… Toronto atesora interesantes atractivos, entre los que destacan dos: su dinamismo laboral, con unas cifras de desempleo muy bajas y con posibilidades reales de integración del trabajador foráneo, y su hospitalidad, que le aporta el enorme porcentaje de extranjeros que residen en ella. El consultor Sergio Jiménez, que vive allí con su familia, tiene claro que es un gran sitio para vivir.

 

Á. MARTÍN

Sergio Jiménez, consultor especializado en innovación digital en administraciones públicas, llegó con su familia a Toronto en agosto de 2019. Vino de la mano de su mujer, del sector turístico, quien aceptó una oferta de empleo por varios años en esta ciudad canadiense. Anteriormente habían estado viviendo en París, también por motivos laborales, por lo que combinar inglés y francés no es un problema para ellos en el país bilingüe por excelencia.

Fundada por los ingleses en 1793, Toronto es la ciudad más poblada de Canadá, la capital de la provincia de Ontario, ubicada en la zona anglófona del país. Además, es su gran centro financiero, con la Torre ON como simbólico faro. Se encuentra en el corazón del Greater Toronto, el área metropolitana, con más de seis millones de habitantes, de los cuales algo menos de la mitad corresponde a la urbe. Las comunicaciones internacionales se efectúan por el aeropuerto Toronto Pearson, en la vecina ciudad de Mississauga.

PARADOJAS DE LA PANDEMIA

Este consultor confiesa que su intención era trabajar allí, pero la pandemia ha producido un cambio de planes, ya que, en una era de empleo virtual como esta, ha continuado con sus clientes en España. «La verdad es que cuando me vine no pensaba que iba a seguir teniendo tantos», explica Sergio Jiménez (sergiojimenez.net).

Su llegada la recuerda de forma positiva. «Es una ciudad muy distinta a las europeas, con un downtown cada vez con más rascacielos y rodeada de grandes zonas residenciales. Resulta muy agradable para vivir», asegura. «Además, dentro de lo que es Canadá hace bastante buen tiempo». Reconoce que su llegada, con dinero, no supuso ningún problema, y aquí comienza a destacar una de las grandes virtudes del lugar: «A diferencia de París, es una sociedad mucho más abierta y receptiva con el que viene de fuera. Canadá es con diferencia el país más acogedor que conozco, y esta es una de sus características culturales». Toronto tiene una gran singularidad que muestra su carácter abierto: es la mayor ciudad del mundo en porcentaje de residentes no nacidos en el propio país, pues cerca de la mitad de sus habitantes no son oriundos de Canadá. Cosmopolitismo en estado puro.

«Los canadienses son, en líneas generales, buenos, generosos y muy amables. Es similar a la actitud de España, pero en ella la gente lo es con quien conoce; aquí es con todo el mundo», explica convencido. Un ejemplo: está muy mal visto hablar mal de alguien a sus espaldas, explica rememorando el caso del presidente canadiense, Justin Trudeau, que fue cazado criticando a Trump y tuvo que pedir disculpas.

Por supuesto, el clima marca, y mucho, pero eso no significa que no disfruten del exterior todo el año, aunque sea rodeados de montañas de nieve. Hay muchas posibilidades para adultos y niños en un país que destaca por sus grandes recursos naturales y la inmensidad de su territorio.

TRABAJO Y SOCIEDAD

Desde el punto de vista del empleo y la protección social, Sergio hace hincapié en una dualidad curiosa. Por un lado, «Canadá es un país prácticamente sin paro» y con una sanidad de protección total, pero, sin embargo, en lo que respecta a las leyes laborales, no hay subsidio de desempleo ni bajas… Otra cosa que le llama la atención es la cultura de las relaciones laborales, mucho más amable y educada que aquí. «Todo se dice con buenas palabras. Comentarle a alguien que ha hecho algo mal de forma directa es una falta terrible de educación. Esta manera de trabajar es muy agradable». En parte —deduce— esa falta de competitividad en el sentido negativo del término se debe al hecho de que no hay casi paro. Si alguien se va de una empresa, enseguida entra en otra.

Hasta tal punto tienen altos niveles de empleo que es notorio que se necesitan mayor número de migrantes para cubrir los puestos que se generan. Para acceder al mercado de empleo hay sobre todo dos vías. «En primer lugar, la Work Holiday Visa, que te permite trabajar un tiempo; y en segundo, que alguien te reclame como trabajador. Lo normal es que vengas con la primera y luego la persona para la que has trabajado, si está contento, solicite que te den un permiso. Más tarde te dan la residencia, luego la residencia permanente y, finalmente, de forma muy fácil, en poco tiempo, la ciudadanía». Nada que ver con los vecinos estadounidenses. En lo que respecta a los salarios, son elevados, pero el hecho de que no exista acuerdo con España impide que el tiempo trabajado allí compute para la pensión de jubilación. «Está creciendo mucho el ecommerce, hay muchas startups. Además, pese a su gran presión fiscal, muchas empresas europeas, quizás por afinidad cultural, tienen sede en Estados Unidos, pero también en Canadá».

A la integración personal y laboral contribuye que el idioma no es una gran barrera. «Si hablas inglés es mucho más fácil, pero Toronto es la ciudad del mundo con más personas que no han nacido en el país, por lo que están acostumbrados a los distintos acentos o niveles de inglés. Y con respecto al francés, aunque esta zona no es francófona, es muy interesante conocerlo, porque en un país bilingüe como este es un elemento diferenciador», asegura. Eso sí, el español no es muy común. «La mayoría de la inmigración de Latinoamérica se dirige a Estados Unidos, aunque algo ha llegado durante el mandato de Trump y el endurecimiento de las condiciones, pero no es significativo».

Aparte los ítems de rigor —familia, amigos y comida—, Sergio reconoce que echa de menos la socialización española, quedar con gente para hablar y tomar algo. «Conoces a gente, sí, pero no llega al nivel de intimidad y socialización que logras en España», explica. En lo que es claro es en lo que de ninguna manera añora: «El nivel de mala leche que hay en el país desde aproximadamente 2005, la conflictividad permanente». Nada que ver con la amabilidad canadiense.